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Vacunas y gobiernos

Este es un claro ejemplo de un campo de la economía que requiere una intervención directa y temporal por parte de los gobiernos para obtener resultados que permita resolver el problema de un mercado totalmente salido de su nivel de equilibrio.


Han transcurrido doce meses para que este hecho singular encuentre un camino de solución definitiva, mientras toda la colectividad mundial, con resignación e incluso rebeldía, cambió sus hábitos y tomó otras previsiones sanitarias en su conducta diaria.


El hecho cierto es que ahora se encuentra que la demanda potencial mundial es de 15 000 millones de dosis (suponiendo que cada ser humano necesita dos para defenderse del Covid 19), mientras la oferta es incapaz de atenderla con la urgencia que se pide. El mundo está frente al clásico caso de una enorme demanda insatisfecha. ¿Cómo resolverlo? No hay otro camino que gestionar la escasez. Hacerlo de la mejor manera posible, pues no existe alternativa alguna que cierre esa brecha, tanto en la provisión del producto como en la forma de administrarlo. Es evidente la existencia de un mercado imperfecto (de clara tendencia monopólica con severas limitaciones de atención) que no podía dejarse al libre juego de la oferta y la demanda.


Entonces, lo que hicieron los gobiernos era y es lo correcto: encargarse directamente del problema (otra cosa es si lo hacen bien o son un desastre). Organizar la forma como debe atenderse esa desbordada y angustiosa demanda, fijar las prioridades de atención, negociar directamente con los productores las condiciones de costo y distribución y asumir el costo de toda la operación. No existía otra alternativa, ni existe todavía, mientras esa demanda insatisfecha sea una realidad.


Pues bien, aquí también apareció el poder de mercado pues muchos gobiernos auspiciaron las investigaciones, las financiaron, fijaron precios directamente y con ello consiguieron cierta prioridad en su provisión. Es comprensible lo ocurrido, aunque se hizo evidente la ausencia de una autoridad mundial que organice de una forma más equitativa la solución de este problema, especialmente a países de limitados recursos y poblaciones marginales numerosas que necesitan ayuda para enfrentar a este enemigo.

Por lo tanto, a estas alturas, pedir que algún productor farmacéutico mundial atienda un reclamo particular o busque distribuir el producto directamente, es no tener idea de la dimensión y complejidad del problema. Es hacer el ridículo. Ellos también están desbordados y hay que entenderlos.


Lo urgente, en el caso nacional es corregir tanto desorden y poner claras las reglas de prioridad, haciendo que ellas se cumplan.



Colaboración

Diario El Comercio

19 de marzo del 2021

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