PREOCUPAN LOS CICLOS DEL DÓLAR
- finanviewweb
- hace 4 días
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Hace muchos años, precisamente en 1971 (más de medio siglo) el mundo conoció abruptamente el fin del modelo cambiario establecido en el Acuerdo de Bretton Woods. Los EE. UU. -gobierno de Nixon- rompieron su compromiso de convertibilidad conocido como el “vínculo dólar-oro”, es decir, aquel que respaldaba su moneda bis a bis con el oro mantenido en la reserva del FED, cotizado a 35 dólares la onza troy (hoy vale 115 veces). Estas tenencias debían ser suficientes para realizar la conversión a petición de cualquier tenedor de dólares. La política económica del nuevo líder mundial no cumplió esa responsabilidad, puso en el mercado más dinero y obviamente varios tenedores, entre los cuales se destacó el gobierno de Francia (Charles De Gaulle-Giscard d’ Estaing) aplicaron sus derechos derivados de esta obligación que finalmente terminó con la declaración de incapacidad de poder cumplirla por el gobierno norteamericano.
El oro quedó libre y su cotización en el mercado empezó a demostrar su real valía y aprecio. Obviamente, el dólar y las monedas europeas iniciaron y largo y tortuoso proceso de búsqueda de mecanismos que estabilice sus cotizaciones y, en esas circunstancias en una reunión de los ministros de finanzas de los lideres occidentales, al abordar el problema y plantear el reclamo al secretario del Tesoro de los EE. UU. John Connally, la respuesta que recibieron fue cruda y dura: “En verdad el dólar es nuestra moneda, pero es su problema”. Los años siguientes marcaron a toda la década como de alta inestabilidad monetario-cambiaria, las monedas ahora eran puramente financieras -dinero fíat-, la inflación apareció con fuerza, el FMI buscaba soluciones, nació el DEG, pero fue inevitable arribar a la fuerte corrección realizada por el FED en 1980 (presidido por Paul Volker) cuando usó a las tasas de interés como instrumento de reordenamiento al costo que sea necesario para lograrlo. Fue un frenazo espectacular.
De ahí nació un largo período de estabilidad que puso a la inflación bajo estricta vigilancia, los bancos centrales ganaron autonomía y perfeccionaron sus políticas contra cíclicas especialmente dedicadas a cuidar el fenómeno de los precios. Precisamente en este período se creó el euro, que juntamente con el dólar se convirtieron- y lo siguen siendo- las dos más importantes monedas del mundo actual. Por supuesto, el gran atractivo de estos medios de cambio radicó en el mantenimiento de su valor en el tiempo, como se lo había previsto al inicio de Bretton Woods. Es decir, en pocas palabras, los tenedores de estas monedas encontraban una suerte de garantía explicita emanada de las políticas monetarias norteamericana y comunitaria de mantener inflaciones bajas y perseverantes.
Todo parecía que iba bien, pero bajo la epidermis de la economía del mundo avanzado había un cáncer que tomaba cuerpo y los diagnósticos, con alguna excepción excepcional, no lo veían. Los sistemas financieros habían vuelto a construir el momento Minsky, es decir relajar el manejo y control de riesgos durante la etapa de expansión, con amplias posibilidades de intermediación y financiamiento e incubaron una crisis que devino en la dura realidad de los años 2007-2008 que, por poco se lleva un tajo enorme de bancos internacionales, especialmente al inicio de EE. UU. y luego de Europa. La experiencia de la horrible crisis ocurrida entre 1929-1931, llevó a evitar el tamaño de la catástrofe con asistencia de los bancos centrales y los gobiernos, cuyas cajas, balances y resultados debían recomponerse tan pronto pasara el episodio.
Aquello llevó a una nueva etapa de crecimiento menor, pero pronto con la pandemia y la repetición de la receta económica para evitar otra catástrofe, ahora humana y productiva, la inflación dijo presente (por aquí estuve escondida) y volvió la inestabilidad acompañada con los temores de la recesión. Y, ahora seguimos en ese proceso. Aunque la variante es que la recesión no asoma y es la tecnología la que apoya el crecimiento y la condiciona a la disponibilidad de la energía. En resumen, la incertidumbre sigue, no termina y otra vez el dólar pierde valor (20% en estos tres últimos años y, si vemos en 30 años llega al 50%). Regresa el oro a ser mirado con cariño y aprecio. La historia nos recuerda la declaración de Connally y sentimos que la moneda no es nuestra pero el problema de su valor y trascendencia vive con nosotros.
Para bien y para mal, este es el mundo de interdependencia, de globalización que a algunos no les gusta y le atacan, pero que no tiene alternativa, por lo menos en un horizonte razonable.
Colaboración
Economista Abelardo Pachano
20 de noviembre del 2025
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