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¿En qué y cómo terminará esta pelotera? - Artículo para Forbes

  • finanviewweb
  • 12 jun
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 13 jun

 

Por todo lo que vemos en estos tiempos en el tormentoso mundo de la economía planetaria, nos viene a la memoria esa vieja y notable declaración socrática: “Sólo sé que nada sé”.  La lógica se volvió inservible. El sofisma la reemplazó a empellones. Pocas veces han ocurrido tantas cosas trascendentes de forma casi simultánea: de las buenas y las malas, imposiciones y reversiones, amenazas y reconciliaciones, que ahora es casi motivo de adivinanza reconocer hacia donde marcha el mundo. La sinrazón constituye la justificación de lo inconexo, de lo irreflexivo.

 

La geopolítica se mueve en un ambiente de gelatina. Hay momentos que los acuerdos entre países o regiones aparecen en el horizonte, pero de pronto esa percepción se desvanece y asoma la violencia. Las amenazas consolidan la forma de conducir los acuerdos-imposiciones. Desaparecieron las expresiones sensatas, aunque discrepantes, sobre las posturas de las partes. Y, claro, el resultado es un mundo que corroe la potencialidad de beneficios futuros para la humanidad. Estrangula las ya limitadas posibilidades de ofrecer esperanza, cuando precisamente vive estresado por una organización económica que impone la eficiencia ante el incontenible cambio tecnológico y la convierte, según el reconocido filósofo Byung Chul Han (coreano alemán), en una “Sociedad del Cansancio”, cuya característica la lleva a denominar como “la época neuronal” por las patologías depresivas, de trastorno de la personalidad y síndromes de desgaste laboral.

 

Entonces, si a esa realidad que convive con esos cambios a una velocidad de Fórmula uno y la conduce por el camino de la angustia como lo señala Jonathan Haidt en su libro “La Generación Ansiosa” se incorpora una política mundial que rompe los paradigmas de la organización creada desde hace dos siglos con resultados extraordinarios, coloca a los seres humanos y al propio sistema político en una intersección que le anuncia mayor incertidumbre, menos seguridad y menor bienestar.

 

Por eso ya se ven derivaciones increíbles de esta realidad obnubilada que no cabían entre las posibilidades razonables de realización cuando el sistema de economía de mercado e interdependencia había logrado construir alianzas que buscaban maximizar las posibilidades de traer beneficios a cada una de las colectividades. Los países se alinearon en bloques que mediante la apertura económica crearon lazos entre cuyos efectos también estuvo la búsqueda de un sistema que asegure la paz. Pues bien, con muchas de las bases conceptuales del desarrollo globalizado en jaque, hoy aparecen realineamientos como el que está en construcción (y ya veremos si cuaja) entre China, Japón y Corea del Sur (que no son precisamente amigos) pero que ven en peligro su futuro y buscan una nueva opción de desarrollo. Y, casos como este es posible que se reproduzcan.

 

No faltan los efectos de pérdida de credibilidad entre socios históricos. Los europeos sienten que los fundamentos, antes sólidos e inquebrantables con su par del otro lado del Atlántico, han sufrido un quebranto que los lleva a modificar su matriz política, de seguridad y económica. Y, lo que más les duele es que entre ellos compartían principios y valores: comercio libre, seguridad, adhesión a la ley y a los tratados.

 

Y todo esto tiene una causa bastante clara: el liderazgo del mundo está o podría estar en peligro, dependiendo de cómo venga el futuro. En la historia, las etapas de disputa de los liderazgos han sido duras, dramáticas, aunque desde el acuerdo de Westfalia (siglo XVII), Europa marcó un cambio en las relaciones internacionales y si bien no impidió algunas guerras estableció la soberanía nacional y el equilibrio de poder entre los Estados como elementos de convivencia. Desde el siglo XVIII Inglaterra mantuvo un liderazgo con la revolución industrial, que lo perdió ante EE. UU. a inicios del siglo XX y ahora China aparece como un país que puede compartirlo. ¿Lo logrará? ¿Será de forma pacífica? Está por verse. El desarrollo tecnológico es la herramienta que puede marcar el resultado y por ahí empezó esta pelotera que ha derivado en una postura generalizada de disputa por un modelo de desarrollo-empleo de corte industrial-manufacturero que, si bien marcó la política económica de hace algunas décadas, ahora no tiene posibilidad de recreación. El problema está en el conocimiento y el sector de servicios, por lo cual el modo de conseguirlo no viene de forma restrictiva e impositiva que destruye valor e incluso, puede auto asolar al promotor por socavar la confianza y coartar la libertad.

 

Colaboración

Economista Abelardo Pachano

Revista Forbes

21 de mayo del 2025

 

 
 
 

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