top of page

Economía verde

Desde hace algunas semanas está en la mente descubrir que es lo que puede pasar el año venidero. La pandemia arropa un horizonte lleno de imponderables que se los trata de descifrar para entender por donde pueden caminar. Por fin aparecieron las vacunas y son un alivio.


Pocas veces la complejidad ha tenido este grado de dificultad. Política, economía y desigualdad juegan a tiempo completo, de manera simultánea, con frecuentes fricciones que sacan chispas. Entre la desesperanza, la ira, el agobio, la comprensión y la esperanza hay distancias que constriñen las opciones ordenadas de solución, lo cual pone al juego intelectual y político en dilemas que llevan por caminos tan distintos que dejan totalmente perturbados o perdidos a muchos miembros de la sociedad.


Pero, a pesar de todo algo ya está claro. La superación de este golpe tomará mucho tiempo. Puede escamotear un quinquenio. Los daños son múltiples, incluso emocionales. El FMI calcula que en lo económico podrá ser de 28 trillones de dólares para los cinco años. ¡Brutal! (56 veces lo que produciría el Ecuador en un quinquenio, o si quieren 280 años de PIB nacional). El mundo recibió una seria advertencia que debe asimilarla pues toda su vitalidad e incluso prepotencia fue aparente y ya sabe, con dolor y ojalá con humildad, que la riqueza no ofrece seguridad frente a hechos que responden a fenómenos propios de la constitución de la vida.


También está claro, que la próxima puede ser peor, pues ya no vendría por el mundo de los microorganismos, sino del desequilibrio de toda la naturaleza. Y si el daño de la pandemia llegó a lo que llegó, lo que nos dicen quienes estudian la fenomenología ambiental, es que la crisis por esta causa podría ser de una dimensión algunas veces mayor a la que transcurre. Si hoy el mundo perderá lo dicho, con cientos de millones de seres humanos sin trabajo o ingresos precarios, que desgarran el corazón, la visión de la amenaza del futuro podría superar tres o cuatro veces lo que vemos.


Entonces, el 2021 debe ser el año de inicio de evaluación sobre la pertinencia de las actuales políticas económicas. Obviamente no está en desafío el manejo ordenado de las cosas, sino la forma de hacerlas para que la naturaleza tenga tiempo de recomposición y los seres humanos no pierdan su único habitad. De ahí que, entran al primer plano de las prioridades absolutas todas las decisiones que han venido a llamarse de la “economía verde”, entre las cuales sobresale el condicionamiento de cualquier actividad a la neutralización de las emisiones de carbono, el calentamiento global y sus diversas consecuencias El combate de la desertificación entre otras. Tiempo de cambio antes de que sea irremediable.


Colaboración

Diario El Comercio

11 de diciembre del 2020

bottom of page