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Desconfiados y violentos

La Unicef dentro de sus programas de investigación social tiene el resultado de una encuesta realizada por una organización sin fin de lucro, cuyo nombre no recuerdo, que señala la profunda desconfianza de los ecuatorianos ante los demás. Desconfíamos de todo. Si la memoria no me falla, más del 90% no creemos en lo que nos dicen o nos ofrecen. Siempre o, mejor casi siempre dudamos de lo que escuchamos, le ponemos cualquier pero o simplemente expresamos que “algo hay oculto” pues no es posible que la propuesta o la simple afirmación sea sincera.


En el día a día de la vida nacional es común encontrar esta respuesta con una frecuencia inusitada. Ante cualquier planteamiento surje de inmediato una respuesta ríspida, dura, muchas veces insultante. Raros son los casos de reconocimiento o por lo menos de disposición de debate razonado.Lo común es hechar lodo a la reputación de quien opina, descalificarlo pues no existe capacidad de reflexión o disposición a entender si lo que se propone tiene sentido.


El martes, otra vez el país vivió el resultado de una postura que se niega a reconocer que hay una realidad fiscal compleja. El Estado no tiene suficiente dinero para atender las obligaciones que desbordaron su capacidad de pago y han ocasionado daños en la atención de sus obligaciones primigenias: educación, salud, bienestar social, seguridad. Y no sólo eso, sino que sigue endeudándose para sostenerse a flote. Pero, existe una sordera política que sólo busca convulsionar al país para hacerse oír a pesar de que no pueden sustentar sus argumentaciones. Incluso se dice con liviandad que la correcciòn de precios ha traído consigo inflación, cuando los números de este indicador más bien han estado muy cercanos a la deflación. Más aún, se niegan a ver que en Venezuela regalan los combustibles (casi, es más preciso) y la inflación es la peor del mundo. Se tapan los ojos cuando se dice que el subsidio beneficia a los que más tienen y daña la naturaleza pór su derroche.


Desconfianza y ausencia de disposición sincera al diálogo son los pilares de tanta acción destructiva que, paso a paso va minando la propia capacidad de solución de los verdaderos problemas de la colectividad indígena. Precisamente a esa actitud se la combate con la apertura de foros que no sean excluyentes de ninguna especie, dedicados a diálogos sinceros, respetuosos que busquen precisamente sanear las diferencias con razones y no con la fuerza. Ahí cabe la discusión de las causas de la pobreza, de la mortalidad infantil, de la desnutrición, de la mala educación y ausencia de salud preventiva.


Hay que recuperar ( si alguna vez se la perdió) la capacidad de diálogo, que en la reunion de Cusín fue posible por el afan de conversar con libertad, argumentación y respeto del criterio ajeno.



Colaboración

Diario El Comercio

29 de octubre del 2021

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