Basta de sofismas y falacias
Continúan las informalidades en la elaboración de las estadísticas nacionales. Nuevamente modificaron la metodología de la encuesta de empleo. En la práctica tenemos retazos de datos que se agregan e impiden tener precisión en la elaboración de los comentarios sobre los últimos datos. Con esta advertencia y queja, que ya resulta penosa y pesada, se señalarán algunos hechos destacados:
Mientras en el año 2020 la población en edad de trabajar (PET) aumentó en 170 mil personas, la población económicamente activa (PEA), es decir que está dispuesta a trabajar prácticamente no cambió. En definitiva, todos los potenciales trabajadores que cumplían los estándares para ser calificados como tales pasaron a formar parte de la población económicamente inactiva (PEI). No buscan ni quieren trabajar, con lo cual el peso de esta población aumentó en un punto porcentual de la población total (PT). Normalmente esta población se distribuye entre las dos categorías, pero se ve que la crisis hizo mella en la disposición de mantener una actitud vigorosa de buscar trabajo.
De los que si están dispuestos a encontrar un empleo (PEA), apenas el 30.8% consiguieron mantenerse bajo una relación adecuada, mientras el 63.3% lo hacía de manera parcial (subempleo), o sin remuneración o cualquier otra forma de trabajo incompleto. Si se lo compara con lo que ocurrió a fines del 2019, el empleo formal cae en ocho puntos porcentuales, que visto en número absolutos significa el desplazamiento de 650 mil trabajadores del mercado formal a cualquier otra forma de relación o trabajo que de alguna manera se lo podría calificar de informal.
También sobresale la reducción de las horas semanales trabajadas que siguen siendo diferentes por género: los hombres dejaron de trabajar 3.17 horas por semana entre diciembre del 2019 y 2020 (pasaron de 39.58 horas a 36.41 horas), mientras las mujeres lo hicieron en 3.02 horas (de 34.17 horas a 31.15). En promedio, para los dos grupos las jornadas se redujeron en un poco más del ocho por ciento, que por inferencia señala la reducción general de los ingresos de los trabajadores (Hecho explicable y que se espera se lo supere en un corto período).
El país, a igual que muchos otros en el mundo tuvo un fuerte retroceso en la lucha contra la pobreza. La lacra social creció en un poco más de siete puntos en este año amargo y regresó al nivel de hace diez años con el 32.4%. Obviamente, el clásico indicador de desigualdad (Gini) también refleja este daño.
El mensaje es claro y definitivo: se necesita recuperar una política económica equilibrada que ofrezca confianza a la inversión privada para volver a crear empleo. No hay otra opción. Basta de sofismas y falacias.
Colaboración
Diario El Comercio
5 de marzo del 2021
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