Inquietudes nacionales
Tras el anuncio de la ampliación de plazos y tasas más bajas para los bonos de la deuda ecuatoriana, ¿qué perspectivas se abren al país?
En los términos del acuerdo inicial las partes comparten los sacrificios y ofrecen una perspectiva de sostenibilidad de los pagos futuros. Ahora, esta conciliación se encuentra en proceso de evaluación por todos los acreedores y deberá concluir cuando se cumplan las estipulaciones legales contenidas en los documentos oficiales que sirvieron para la emisión de los bonos. Lo reconfortante es el orden y la responsabilidad que se siguió para alcanzar ese acuerdo inicial.
La información sin duda es positiva por la estructura de pagos que ofrece al país un lapso razonable de respiro a fin de manejar de mejor forma los recursos fiscales y tener un mejor perfil de la balanza de pagos. Ahora bien, lo conseguido es un alivio y no una solución al estrangulamiento fiscal y externo de la economía nacional, por lo cual será necesario continuar distintos procesos de cambio, tanto en este mismo campo del endeudamiento público que incorporen otros actores como gobiernos, proveedores y acreedores internos, como en otros frentes del mundo de la economía, de los cuales sobresalen el tamaño e ineficiencia del Estado y la pérdida de competitividad de las actividades privadas.
La tarea continúa. De a poco se van desenredando los distintos problemas dentro de un ambiente extraño que incorporó más dificultades a las conocidas. Las soluciones no son inmediatas, aunque las decisiones corren prisa para que sus efectos comiencen a dejar una huella que abrigue la esperanza de superar los escollos conocidos.
¿Qué expectativas existen de que otros bonistas se sumen a las condiciones que ya puso el grupo inicial?
Me parece que la mejor opción que tienen frente a sus intereses es la acordada con el grupo ad hoc que negoció con el gobierno, pues recoge las posibilidades reales de capacidad de pago que tiene el país. Es un acuerdo balanceado que difícilmente puede modificar los términos fundamentales pues iría contra las propias premisas de ser una “deuda sostenible” que tiene consistencia con el profundo daño por el que atraviesa la economía nacional que, va a requerir de mucho esfuerzo para salir. Y, aún así, las partes saben que incluso ese futuro de recuperación que ojalá se lo consiga y sea inclusive mejor, es un objetivo que está sujeto a avatares.
El país ya demostró su enorme buena fe y afán de encontrar un acuerdo con el pago de los vencimientos de marzo y, ese gesto debe ser debidamente valorado por todos los tenedores de bonos. Aún más, si los términos se modifican de alguna manera que pueda calificarse de sustantiva, la renegociación a lo mejor podría concluir (no se si el gobierno estaría dispuesto a hacerlo o dejar el tema abierto y que venza el plazo de negociación hasta el 15 de agosto) en un daño mayor: la reticencia del FMI y otros multilaterales de mantener su vital apoyo.
Con los pies en la tierra, ese riesgo no les conviene correr a los bonistas, pues de realizarse, las cotizaciones de los papeles se irían al piso y la pérdida sería mucho mayor, sin tener además un horizonte de arreglo.
¿Cómo afrontar un planteamiento coherente y viable para re perfilar la deuda con China?
El G-7 en una de sus recientes resoluciones pidió que las deudas bilaterales (con gobiernos) entren en una etapa de transición acordando la suspensión de los pagos hasta encontrar fórmulas que encaminen la recuperación y funcionalidad de las economías emergentes y aquellas denominadas pobres.
La resolución llama a China a asumir un papel responsable de cooperación en su calidad de mayor acreedor mundial, pues de su actitud se podrá desprender un camino más claro de solución al estrangulamiento financiero que tienen las economías que no forman parte del grupo de desarrolladas.
Para la relación de China con el Ecuador, existen dos condiciones que deben compatibilizarse: mejorar el perfil de pagos de la deuda ya contraída mediante cambios en las condiciones financieras; y, sostenimiento de nuevos desembolsos para colaborar con los esfuerzos que hacen los otros frentes de acreedores del país.
No es una negociación fácil, pues China por primera vez está metida en este tipo de problemas y siempre pensó como país emergente y no como un acreedor que se juega los intereses en estas operaciones.
¿Qué perspectivas se abren con los multilaterales y si se puede o no reformular un nuevo acuerdo?
La estrategia, explícita o implícita convenida con ellos marca la continuidad de los compromisos de apoyo financiero adquiridos con el Ecuador. Obviamente, hay requisitos que deben atenderse y dentro de ellos caben las renegociaciones de deuda, la reducción del déficit fiscal, las reformas estructurales que, por lo visto hasta hoy, dan señales de haberse encaminado.
Un factor limitante de los términos de un nuevo acuerdo es el período político: el país entró a un proceso electoral que marca un espacio de gestión reducido del gobierno en funciones. Por eso, es difícil señalar el plazo del acuerdo. ¿De qué monto se habla? No se lo conoce todavía, pues no sólo va a depender de la relación directa del país con ellos, sino de las facilidades nuevas que se diseñen en esos organismos con el apoyo de los principales países del mundo, para todos los países con problemas serios de estabilidad económica. Y, es que esta crisis global requiere de una enorme comprensión y afán de cooperación, pues ella condiciona la salida que se pueda conseguir y la velocidad de hacerlo.
De cualquier manera, la presencia activa de los multilaterales es un elemento clave para tener un recorrido menos precario en esta etapa tan tormentosa.
Colaboración
Diario El Comercio
18/07/2020