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De malas

Las nubes grises copan el cielo del 2020. Los nervios colectivos están sobresaltados. Hay un contagio mundial que alteró la vida diaria y nos encontramos con seres humanos temerosos, que cambiaron sus hábitos de manera repentina y buscan escapar del enemigo que se esconde en un virus que lleva el nombre de una cerveza. Los daños ya se ven en muchas actividades que han puesto los pelos de punta a más de un gobierno pues frente a la débil realidad económica ahora este ser diminuto, invisible, resultó ser un enemigo con efectos fulminantes.


Lo OCDE, ya anunció un posible impacto de reducción del crecimiento que podría representar el 0.6% del PIB mundial. Es decir que significaría en dólares comunes y silvestres aproximadamente 523 billones de dólares (un poco más de cinco veces el PIB del Ecuador).


Pero el daño también se ve en los mercados de capitales que tuvieron una semana para llorar (me refiero a la anterior, que es la cuarta peor luego de la segunda guerra mundial), que sólo en el caso de los EEUU provocaron una pérdida de valor de mercado de 3.5 trillones de dólares (11.4% de su valor), pero que frente al tamaño del PIB mundial significa el 4% cuyos efectos en los distintos mecanismos de ahorro voluntario, provisional, de capitalización patrimonial familiar y corporativo, han puesto en alerta y en muchos casos en posición defensiva a muchos inversionistas, que a la postre agravan el tamaño de la descomposición de la economía. La sobre reacción natural de mercados es evidente y debería esperase que las etapas posteriores corrijan este resultado.


Obviamente los mercados vinculados con el comercio mundial y las relaciones de los servicios internacionales también demuestran esta realidad. La demanda se debilitó. En algunos casos la reacción ha sido tan desmesurada que, por ejemplo, los flujos de turismo han llegado a paralizar ciertos países y regiones, con el agravante de que se desconoce la duración de este bicho tan perturbador y la verdadera dimensión de su potencial daño en la supervivencia de los contagiados.


No faltan quienes nos advierten de una posible pandemia (Dios nos guarde, pues la peste negra hasta ahora se la recuerda con terror, pues cambio la faz del mundo de aquella época) que obviamente su sola mención alimenta esa reacción temerosa y complica el manejo ya difícil del problema. Y, claro, para nuestros intereses más allá del manejo de la política de salud pública, la frágil realidad se golpea con un mundo que ahora paga menos por nuestros productos y eso amplía los conocidos descalces macroeconómicos.


Así está el mundo. Ojalá esta perturbación se la remedie pronto y vuelva la calma al mundo de la salud colectiva, pues su persistencia si podría llegar a tener efectos desastrosos.


Colaboración

Diario El Comercio

06 de marzo del 2020

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