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Chatos

Al ver las cosas que pasan cotidianamente en nuestro país y el destino que tienen los hechos denunciados, uno se da cuenta que la declaración nacional de ser una colectividad amplia, responsable, cohesionada, funcional y representativa termina lastimosamente siendo a duras penas la de una aldea chata.


La indolencia con la cual se tratan los temas políticos; las inconsistencias entre las declaraciones ideológicas y las decisiones prácticas; el desmonte de las responsabilidades públicas que se deslizan por un tobogán que termina en el basurero de los hechos fétidos; el adormecimiento de la ciudadanía que llega al quemeimportismo marca un momento de crisis existencial que desborda el ya conocido y grave problema de la viabilidad económica.


Está claro como el día que el problema central del Ecuador es la política y sus dirigentes. Sin una corrección profunda de esta actividad y, una verdadera y sincera vocación por lo nacional, el futuro está empeñado. Casi nada es posible concertar pública y abiertamente porque no hay afán de componer. El 2020 luce entrampado y con signos de mayor descomposición.


Ejemplos al canto. Cómo se puede entender la desfachatez de autoridades que condecoran a un dirigente social que fue parte de actos vandálicos, que incluso ha sido requerido por la justicia para que explique sus actividades. Acaso esto no es un abierto desafío a la comunidad que vio con estupor la forma descarada con la cual se agredió y pisoteó los derechos humanos de la mayoría de los ecuatorianos, así como se destrozaron bienes públicos y privados con saña y premeditación perversa. ¿Y, encima piden que regrese la inversión privada?


Cómo se comprende que una alta autoridad local que merece respeto enjuicie al gobierno por incumplimiento de entregas de dinero, sabiendo que la situación fiscal es grave, que carece de recursos suficientes y que los ajustes necesarios que podrían superar esta incómoda y delicada etapa necesitan de la cooperación y coparticipación de todos. ¿Acaso esto ayuda a rectificar y construir una política fiscal?


Alguien puede encontrar un argumento que esclarezca la conducta del Defensor del Pueblo, que denuncia la muerte de un ser inexistente, desborda con su militancia política y le importa un rábano lo que piense la colectividad. Ni que hablar del fallido juicio político a la presidente del CNE, cuyas denuncias habrían llevado a un dirigente con sangre en la cara a dimitir y a los encargados de juzgarla a cumplir su responsabilidad. ¡Viva la impunidad!


Y pensar que las representaciones políticas que hacen esto llaman a la inversión, invitan a crear empleos, pero toman posturas y decisiones que rompen el claustro de concordia y confianza.




Colaboración

Diario El Comercio

07 de febrero del 2020

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