Inquietudes nacionales
¿Cómo atraer inversión extranjera, qué reformas hay que hacer?
En el mundo moderno, con instrumentos de comunicación tan desarrollados y fáciles de utilizar, la política económica de los países se volvió tremendamente más sensible a la incertidumbre, a los cambios que no dan señales claras o se atreven a desafiar los paradigmas elementales que sustentan la viabilidad sostenida de las economías; en fin, a cualquier reto que ponga en entredicho los diversos equilibrios que adornan a una sociedad, sean estos políticos, sociales o económicos.
El Ecuador en este sentido es un ejemplo de permanente desafío a las normas de convivencia internas e internacionales. Siempre pone a prueba, con argumentos claramente falaces o mediante sofismas, cualquier decisión que implica el respeto a los derechos y obligaciones colectivas; incluso, se ufana de encontrar algún resquicio para burlar la ley o salirse de una línea de manejo económico responsable.
De ahí que, la respuesta a la pregunta radique en el cuestionamiento a la cultura “mediocre” que, algunos así la catalogan, sirve de sustento para la construcción de ese conjunto de costumbres que irradian irrespeto e irresponsabilidad. Por lo tanto, más allá de buscar nuevas leyes, cambios en reglamentos, en fin, reformas, que siendo necesarias sólo producirán efectos favorables, cuando el país comprenda que no puede seguir jugando con su credibilidad y esté dispuesto a adoptar compromisos de Estado, firmes, sobre cinco o seis temas vitales del contrato social que debe ser visto como la norma a la cual todos nos sujetamos; y, no como aquella que sirve para menesteres menores.
¿Podemos seguir esperando desembolsos del FMI y otros multilaterales en este año?
El programa convenido así lo determina. Es más, para el país sería muy difícil mantener los objetivos buscados, que por cierto no son halagüeños, pero si reales dadas las condiciones en las que trabaja la economía nacional y, que en términos sustantivos son los necesarios para evitar una descomposición mayor.
La cornisa por la cual transita el país está soportada entre otros elementos por el compromiso de los multilaterales de ofrecerle recursos que le permitan cubrir sus brechas de balanza de pagos y fiscal, ya que, si ello no es posible, la contracción (entre otros efectos) tendría proporciones que traerían consigo más dolor y angustia.
Una vez más vale decir, que estas relaciones, como cualquier relación financiera se basa en premisas que aseguren la existencia de un país que tiene horizonte, invierte bien, crea empleo y producción y, por supuesto puede pagar sus obligaciones. Nadie, en su sano juicio presta sabiendo que no va a cobrar, salvo que sea un improvisado (torpe o cómplice) que ignora las cosas. Por lo tanto, después de tantos años de desafío a la racionalidad económica, al abuso de los recursos, el tiempo que corresponde es el de poner la casa en orden, y por supuesto eso duele, molesta y no faltan algunos, en especial los causantes, que se rasgan las vestiduras.
¿Cómo cubrir el déficit fiscal proyectado?
Ya lo sabemos: con más deuda. Por eso precisamente es que la gran pelea conceptual de la política económica es detestar la existencia de estos desequilibrios, pues sólo traen mayores problemas cuando corresponde pagar las obligaciones, que además generan restricciones para el buen gasto social pues hay que destinar parte de los ingresos para servir la deuda.
Los déficits públicos crónicos, salvo el caso de países con monedas de curso internacional, llevan a encrucijadas que estrangulan el crecimiento, levantan suspicacias, temor e incertidumbre, que a la final repercuten en la mejora de los indicadores sociales.
Que bueno sería tener una fórmula que permita erradicar de una este mal congénito, pero eso es una quimera. Se necesita tiempo y perseverancia, precisamente para minimizar daños, lo cual hace que el proceso sea sostenido y ocasione más de un malestar y mucha incomprensión.
Según el gobierno en este año las necesidades de financiamiento son superiores a los 8 mil millones de dólares. De esos un poco más de cuatro mil deberían venir de créditos internacionales y casi todos de los multilaterales. En mi opinión, como están las cosas, el monto deberá ser mayor y, peor, si en este período el gobierno no busca corregir los precios de algunos productos a los cuales les tiene congelados y le ocasionan un serio daño a sus finanzas, o si no concesiona lo prometido.
¿Es viable una reforma laboral sin provocar protestas y nuevas paralizaciones, en qué medida?
Si no se entiende como funciona la economía y cuales son sus reglas básicas, nunca será posible sacar al país del grupo de sociedades atrasadas y con poco futuro. El mercado del trabajo es otro del conocido cuando se hizo el código que rige. Requiere reglas objetivas, bien balanceadas, que ofrezca un buen ambiente a la relación entre el capital y el trabajo, que cuide derechos pero que no distorsione la productividad. Que asegure al trabajador en su movilidad voluntaria u obligada, pero que no le convierta al empresario en un preso de su propia decisión de emprender. Si eso se consigue, y si la cultura acompaña con reflexiones objetivas, la reforma debería ser recibida con expectativa positiva.
Se dice que el coronavirus puede afectar los niveles de exportaciones rumbo al Asia, ¿cómo medir y atenuar sus impactos?
El riesgo está ahí. Ojalá no ocurra. Habrá que monitorear la evolución de esta epidemia.
Colaboración
Diario El Comercio
01 de febrero 2020