Inquietudes nacionales
¿Qué le dejó al país la dolarización en 20 años?
Son evidentes los resultados. En estos días se han multiplicado las evaluaciones y hay mucha concordancia respecto de sus beneficios, algunos de los cuales han sido sobre dimensionados, pues la pasión ha llevado a “dogmatizar” su conveniencia. De cualquier manera, es una medida que tiene frutos, pero que no es inmutable y merece mayor cuidado y respeto. Su mala utilización no evita que enfrente circunstancias de enorme complejidad. Y, esto hay que recordarlo, pues algunos la creen invencible.
Su valor se lo resume al señalar que el 90% de la población la defiende, lo cual envía un mensaje inequívoco de la apropiación colectiva que tiene esta medida; nivel que ha crecido con el tiempo, pues en los inicios la adhesión siendo alta no era tan mayoritaria, incluso existían dudas frecuentes sobre su sobrevivencia, especialmente por el sin número de provocaciones ocasionadas por malas decisiones de política económica.
El tiempo ha demostrado las bondades del sistema (rígido y de aplicación particular en países con debilidades institucionales), en especial en el campo de la estabilidad monetario-cambiaria (inflación y tipo de cambio nominal) que sin duda protegió el valor de este activo y el de los patrimonios particulares y colectivos, amenazados por la sistemática pérdida de poder adquisitivo del sucre.
Tampoco queda duda de la importancia en la contención del gasto público, a pesar de lo cual el gobierno anterior encontró medios para burlarlos y ocasionar una realidad de viabilidad económica compleja por la cual atraviesa el país y cuya solución es de largo plazo. De cualquier manera, es un dique que ha resistido bien y evitado una catástrofe en una etapa de abundancia financiera (vaya ironía), que merecía ofrecer otra historia.
Mejoraron los indicadores sociales, en especial los dedicados a medir la pobreza, pero el empleo no demuestra estar en mejores condiciones, aunque si es evidente la recuperación y mejoramiento de los salarios, que lo han hecho a un ritmo superior al de la productividad, con lo cual apareció con claridad el problema de eficiencia y competitividad de la producción nacional.
En una primera etapa, la política económica guardó bastante compostura con los rígidos principios que demanda este sistema y la cosecha en crecimiento fue buena. Luego, se descompuso, el gobierno buscó un papel estelar a cualquier costo que trajo resultados mediatizados, a los cuales se sumaron desequilibrios estructurales que dejaron sin piso a la confianza de los agentes económicos.
Por si sola la dolarización no garantiza resultados si no viene acompañada de un conjunto de políticas que lleven a tener una economía competitiva, con un Estado financieramente sano y además eficiente en su gasto, con reglas que respeten los derechos básicos de las personas y sus emprendimientos. Por eso, más allá de las conmemoraciones, el país debe comprometerse a rectificar todas las políticas que la amenazan en su mantenimiento, lo cual es una enorme tarea que si bien ha sido emprendida tiene todavía muchos temas por ser abordados.
¿Por qué razones se debe seguir con este modelo monetario o en su defecto, se debe volver con moneda propia?
En parte está contestada la pregunta. Sin embargo, en lo relativo al retorno a un sistema con moneda propia, su posibilidad está directamente ligada con la confianza que logre alcanzar la política económica luego de muchos años de estricta aplicación de principios ortodoxos para que la gente esté dispuesta, de manera voluntaria a aceptar como un activo de valor a esa nueva moneda. Antes de eso, la posibilidad sólo pasa por una imposición violenta por parte del gobierno, que traería graves disturbios y una mayor descomposición económica.
¿Qué le causó al país la crisis bancaria y en qué medida se ha superado hasta la fecha?
La realidad actual del sistema financiero es distinta de la que estaba vigente a finales del siglo pasado. Hoy, los indicadores son mejores y no se evidencia daños que amenacen su estabilidad. La sociedad ha demostrado confianza y las relaciones con el sistema son normales.
Sobre la crisis de fines de siglo, la respuesta más sencilla sobre su causalidad, aunque incompleta, es la mala supervisión y las inadecuadas políticas de regulación financiera que fueron el caldo de cultivo para la implantación de infames políticas de manejo bancario. Obviamente, el desarreglo fiscal, la crisis de la balanza de pagos, el abuso de ciertas administraciones bancarias, la confabulación de deudores morosos mal intencionados, la tardanza del gobierno en atender el problema, las discrepancias al interior de las entidades de control y el ejecutivo, la moratoria de la deuda pública definida en momentos de alta incertidumbre, las amenazas políticas de grupos opositores, la falta de sentido común sobre el cuidado del bienestar colectivo nacional, el propio mal manejo de la crisis forman parte de este horrible cuadro que marca el fin del siglo XX.
Cuando se adoptó la dolarización varios analistas pronosticaron que las tasas de interés bajarían drásticamente. ¿Cuál es el panorama en la actualidad?
Si bajaron. Sin embargo, lo que hoy se tiene no llega al nivel que las expectativas y el funcionamiento de la economía lo requieren. En cierta medida es reflejo de una realidad que no llega a ser satisfactoria para los inversionistas y los mercados de capitales, por eso el índice de riesgo país sigue a un nivel totalmente inadecuado.
Colaboración
Diario El Comercio
18 de enero 2019