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No hay inflación ni empleo

Esas podrían ser las noticias que acompañan a la estancada economía del 2019. El país no crece ni se infla. No tiene recursos para generar inversión y crear empleo y por lo tanto ahí se mantiene. Sobrevive, con las dificultades propias de no salir de ese andarivel o de la cornisa por la cual transita. No tener inflación es bueno. Ese es el mundo ideal para las decisiones económicas diarias y también las de largo plazo, pero ahora no le acompaña una economía vigorosa; y, soñando un poco, si fuera posible conseguir ese cambio manteniendo los precios estables, con el tiempo y algunas medidas de mejora de la calidad del empleo y de las relaciones laborales, el horizonte del Ecuador sería muy distinto.


Que el país se haya estacionado por un período que todavía no está claro que, entre otras razones, depende de lo que haga y de las condiciones internacionales, es una noticia incómoda, que deja inquietos a los sectores lideres en la generación de oportunidades, además de ser socialmente mala pues las aspiraciones de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos o de reducir las desigualdades conocidas se ven seriamente postergadas.


Esa es la realidad y frente a ella lo peor que puede acompañarle es una actitud de bajar los brazos, dejar que sea el determinismo el que decida por donde camina el país, en lugar de adoptar una actitud de búsqueda de soluciones consistentes con el mundo de hoy que crea infinidad de nuevas opciones de producción y con ellas ofrece salidas a todos los países que tienen un ADN de calibración de riesgos, que son la válvula que destraba precisamente ese estatus quo que puede volverle indolente a la sociedad.


Ahora bien, esta frágil, que casi se ha vuelto crónica vivencia colectiva, no le conviene a nadie. Marchar en el propio terreno, sabiendo que no es sólido y puede fracturarse con mucha facilidad para desbarrancar lo que parecía estable, debería ser motivo más que suficiente para atraer la atención y búsqueda de salidas compartidas, que no regresen a fórmulas que ya demostraron su fracaso (populismo corrupto revestido de política económica heterodoxa) sino que se asienten en lógicas incontrastables de funcionalidad colectiva. Y, ello sólo cabe con reflexiones que por su consistencia convenzan a los agentes económicos y al propio ser humano a transitar bajo su sombra. Ahí, la historia moderna nos dice con mucha claridad que el manejo respetuoso del Estado, su conducta responsable y equilibrada, son pieza central del andamiaje fundamental de una política que respete las reglas de juego, entre las cuales los derechos humanos, políticos y económicos tienen presencia singular.


En este sentido, la columna insiste en abandonar los dogmas, retornar a la razón para conseguir empleo en ambiente sano.




Colaboración

Diario El Comercio

10 de enero 2019

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