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Una mirada adelante

En camino a los últimos meses del 2019, ya es hora de pensar como se ve el año que viene. El mundo crece, salió de su crisis, pero como siempre tiene nuevos retos. Algunos son de arrastre que no pudieron resolverse y aparecen otros que llenan el cuadro.


La geopolítica sigue en su juego. Los actores se turnan, pero los intereses y las amenazas mantienen la vigencia. El mundo de la energía concentra una parte de la atención con el quiebre de las relaciones entre socios históricos de la OPEP y la intromisión de los centros de poder mundial. En Europa, el Brexit e Italia marcan la cancha de los desentendimientos, mientras los EE. UU. sigue atormentando al comercio mundial con su visión proteccionista y poco consistente, pero que hace daño con sus manifestaciones estridentes, muchas provocativas y algunas carentes de aplicabilidad, pero amenazantes.


El 2019 no cierra mal, pero con señales de acercamiento a una nueva recesión en los desarrollados. EE. UU. con una perspectiva de crecimiento menor a la que se esperaba como respuesta de la reducción de tributos corporativos. Europa nuevamente con crecimiento en el rango entre el 1.0% y el 1.5%. Algunos emergentes en “emergencia” como Argentina y posiblemente Turquía. Otros en sus andariveles, en especial India que no descansa y China que se acomoda en el 6%, mientras América Latina patina una vez más y ofrece en conjunto un magro 0.6%.


Las tasas de interés en los principales mercados entre cero y negativas que traen consigo nuevas reflexiones sobre la eficacia de la política monetaria en momento que se requiera la activación de incentivos a la inversión y el empleo (por hoy mucho mejor). Increíble, pero ahora se paga interés al deudor y el acreedor todavía tiene apetito por esos papeles. La valoración de riesgo ha cambiado, pero esos vientos no llegan a muchos emergentes, que en cambio ven subir sus márgenes.


En resumen: un mundo que crece pero a menor ritmo; no tiene inflación (a algunos les preocupa todavía); precios de las materias primas y otros primarios entre estables y a la baja; con un comercio mundial menos intenso (o más débil); emergentes con algunos lunares; peligro de resurgimiento del proteccionismo y la conflictividad regional o los desentendimientos ya citados.


En ese ambiente Ecuador tiene todavía muchos deberes por hacer. Su plan de reconfiguración económica está a medio camino (posiblemente menos) y lo que viene señala complejidades de grado superior. Cerrar el 2019 y ver el 2020 requiere de decisiones múltiples. Algunas en proceso. Otras por verse, pero lo cierto es que las correas (las buenas por supuesto) todavía tienen que apretarse. Hay un ajuste comprometido de tres puntos del PIB el 2020 siempre que el de este año se lo cumpla. De ser así, el 2021 luce mejor.

Colaboración

Diario El Comercio

20 de septiembre 2019

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