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Abelardo Pachano: ‘El éxito del plan con el FMI está en la austeridad’

El país tiene un largo historial de incumplimientos con el FMI, pero la carta de intención de 1983, cuando usted dirigió el Banco Central, se cumplió. ¿Entonces era fácil llegar a acuerdos?


No. Son épocas distintas, con dilemas económicos diferentes. En 1983 Ecuador había concluido un largo período de manejo económico que no respetó los principios de equilibrio. La crisis mexicana de la deuda y la guerra de las Malvinas ocasionaron el estrangulamiento financiero de los países de la región. Antes, Ecuador había acumulado gran endeudamiento gracias a la generosidad de los mercados por el ‘boom’ petrolero. Es decir, el país vivió en 1983 una acumulación de desajustes.


¿Similar a la de ahora? ​


El elemento común de las dos crisis es el estrangulamiento financiero.


Antes de 1983, las ayudas del FMI no superaban los USD 10 millones, pero ustedes lograron 150 millones. ¿Cómo?


Era el acceso máximo al que podía llegar el país. Entre otros factores, el monto dependía del tamaño del problema que se quería resolver y en 1983 la meta era restablecer el equilibrio financiero.


¿Cuánto ayudó el dinero?


Sirvió para mejorar la posición de reservas del Banco Central, lo que daba una perspectiva de mayor solvencia y capacidad de pago del país. Pero, además, generó confianza en el mercado internacional, fue una suerte de garantía para la ejecución del programa. El FMI tuvo poco peso cuantitativo y mucho cualitativo.


¿En qué se evidenció?


Ecuador ya tenía dificultades en el servicio de deuda pública y tenía una deuda privada, a corto plazo, que representaba casi siete veces el patrimonio del sistema financiero. Si no se atendía ese tema se ponía en riesgo la estabilidad de la banca y de la actividad productiva. El plan económico permitió reprogramar la deuda, poner en orden el sistema de pagos, introducir minidevaluaciones que dieron la oportunidad para ir reduciendo la inflación. El plan perseveró por la rigurosidad con la que se aplicó, por el apoyo que recibió la decisión del Gobierno de encarar la situación y la comprensión de la sociedad.


Pero hubo protestas.


El ambiente político estaba muy tenso, incluso hubo un paro de empresarios y, a la vez, una huelga de trabajadores.


Entonces, ¿por qué dice que hubo comprensión?


Porque al final el país se dio cuenta de la perseverancia en la aplicación del programa. Se planteó una reforma legal enorme que apuntó a la política económica. Si la memoria no me falla, el Gobierno tenía siete de 72 legisladores y, sin embargo, consiguió que la reforma se aprobara.



¿Cómo se logró el apoyo?


Fue un trabajo fuerte de explicación de las virtudes del programa. Trabajamos muy de cerca con el Congreso, que tenía grandes opositores.


¿Las medidas fueron impuestas por el Fondo?


Las conversaciones con el Fondo siempre son técnicamente complejas, pero impera la razón y nosotros estábamos claros en la dimensión de los desequilibrios y la necesidad de corregirlos. Una de las metas que planteamos era reducir el gasto incluso para propender un superávit fiscal.


Actualmente, ¿cuáles deben ser las prioridades?


El país y el Gobierno deben tener muy claro que la austeridad es un elemento central y que tienen que ser muy estrictos en cumplir las metas. Los recursos que ha recibido el país gracias al apoyo de los multilaterales son, en realidad, escasos. Por eso, las prioridades de gasto tienen que ser seleccionadas con mucha rigurosidad. No es que vamos a tener una enorme cantidad de recursos y que con eso vamos a reactivar la economía en el corto plazo, porque eso no es posible. El dinero ayudará a resolver el problema que tenemos, pero no nos da margen al dispendio. Los recursos son para un plan de tres años.


¿De qué depende el éxito del programa con el Fondo Monetario?


De que el Gobierno esté decidido a cumplir las metas. No puede trastabillar en la ejecución del plan, ni mucho menos dar marcha atrás o evidenciar debilidad. Debe demostrar todo el tiempo que seguirá el camino planteado. El programa económico se tiene que ejecutar, salvo que existan circunstancias relacionadas con la economía mundial.


El Gobierno antes ya ha retrocedido en medidas que aparentemente eran coherentes. ¿Cómo mira usted esto?


El Gobierno tiene que hacer ahora un profundo propósito de enmienda y sostener cada decisión que tome. No se puede volver a esos vaivenes que tanto hemos criticado. ¿El acuerdo conllevará medidas que, al igual que en 1983, generarán un período de recesión? Si no hay recesión, por lo menos no habrá crecimiento. Por eso, es vital que el sector productivo esté convencido de la bondad del programa -que tiene unos lineamientos consistentes- para que la recuperación económica sea más rápida. Tienen que comprender las circunstancias y apoyar. Los trabajadores creo que también tienen hoy en día un mejor nivel de percepción de los riesgos que enfrentamos.


Hoja de vida


Formación. Economista por la Pontificia Universidad Católica del Ecuador. Tiene un MPA en la Universidad de Harvard, entre otros cursos de posgrado en el exterior.


Cargos. Fue gerente del Banco Central del Ecuador durante la presidencia de Osvaldo Hurtado. Exrepresentante del país ante el FMI. Se desempeñó como presidente de la Junta Monetaria en el Gobierno de Rodrigo Borja. Fue presidente de Produbanco.


Este contenido ha sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente dirección:

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