Chao cucarachas y asociados
Las cucarachas buscan una rendija. Los roedores un hueco. Los vampiros la oscuridad. Los tramposos un resquicio legal. Así actúan y se aprovechan los impresentables. Conclusión: cerrar rendijas, tapar huecos, prender luces, eliminar resquicios. En otras palabras eliminar de la normativa pública cualquier disposición que establezca excepciones, declare reserva, permita discrecionalidad. Todo tiene que estar a la vista pública.
Por lo tanto, entre las tantas cosas necesarias para combatir la corrupción que agobia a buena parte de la sociedad (aunque algunos sufren por el riesgo de ser descubiertos) y, no es propiedad exclusiva de las actividades públicas pues también tiene presencia en el ámbito privado, la implantación de normas universales de transparencia en todos los actos e informes económicos es un imperativo.
La ausencia de disposiciones que obliguen a la rendición amplia, oportuna, detallada de cuentas, tanto en las empresas públicas como las privadas que tengan relaciones comerciales u obligaciones con el Estado, así como a todo ese amplio enjambre de instituciones que existen dentro del catastro público, sólo tiene razón de ser en un país que esconde sus trafasías; y, lo hace, a sabiendas.
Cuando alguien defiende la necesidad de mantener reserva o confidencialidad, casi de seguro lo hace porque enmascara algo impresentable. Igual ocurre con aquel hombre de negocios que pide algo parecido para sus emprendimientos. Nada justifica aquello. Para fortuna de los que vivimos en el mundo de hoy, no existen transacciones secretas. Siempre dejan huella. Siempre se llega a saber, aunque eso tarde mucho o los cómplices infiltrados en puestos críticos, hagan dura la tarea de limpiar esa lacra.
Hay que echar a la basura la discrecionalidad de quienes manejan fondos nacionales. Esa fue la forma mediante la cual se cambió la base institucional del país para profundizar una gestión de sapos, de los cuales una parte ya tienen su etiqueta y otros buscan las sombras con su silencio, a pesar de que desde hace rato se los denuncia.
Toda decisión debe estar perfectamente reglada. Los contratos, las concesiones, las licitaciones, los procesos de selección, los balances y sus resultados (que deben ser obligatorios y contar con opinión de auditor externo, so pena de sanción personal penal para quienes no lo hicieran), deben ser parte de esas reglas de oro.
La honestidad se la consigue con una buena formación (que también es una falencia nacional, aunque hay lunares evidentes de defensa de ese valor), pero se consolida con controles eficientes y una colectividad intolerante de estos hechos. Sino se enfrenta con decisión, seguirán merodeando cucarachas, roedores y vampiros en una sociedad que perdió su brújula.
Colaboración
Diario El Comercio
Viernes 22 de febrero