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Vamos al fondo

En los últimos años del siglo pasado el Ecuador demostró ser una sociedad incapaz de manejarse con sus propios instrumentos económicos. Renunció a uno de los privilegios más importantes y delicados de la política económica: el manejo de su propia moneda. Para algunos esa decisión fue un triunfo. Para otros el resultado de un fracaso colectivo.


El país tomó la decisión manejando el tema de la forma que se hace camino al andar (perdón por el plagio), luego de un corto pero profundo proceso de pérdida de control de las principales variables que llevaron a una suerte de repudio en la demanda de la moneda nacional. Nadie quería tenerla. Había apremio en deshacerse de ella y refugiarse en otro activo, igualmente creado con algún grado de simbolismo.


Una minoría mantenía su preferencia por el olvidado Sucre (asesinado como en Berruecos por traición en su defensa) y lo hacían más por necesidad que por propia conveniencia, pues había perdido las principales virtualidades que deben adornar a este tipo de bienes, cuyo valor y representatividad descansa en la confianza que se desprende de su capacidad para medir el precio de los distintos bienes y servicios.


Han pasado muchos años y hoy ese cambio ha tomado raíces. Desprenderse de este bien (dólar) no luce posible, salvo que quien lo intente, someta al país a una verdadera catástrofe económica, con inescapables ramificaciones políticas y sociales. Nos guste o no, este esquema tiene vigencia; a demostrado indiscutibles fortalezas, entre las cuales sobresale la imposibilidad de usarlo como comodín, aunque algo de ello si se pudo conseguir, de los caprichos políticos de gobiernos acostumbrados a esquilmar el bienestar de la sociedad.


También tiene debilidades, una de las cuales es su capacidad de esconder la dimensión de los daños que traen consigo políticas económicas desaprensivas, desequilibradas, desligadas del sentido común. Igualmente, son parte del sistema las inflexibilidades en el manejo de variables que en el corto plazo podrían reacondicionar la viabilidad de la economía o defenderse de situaciones externas adversas que son inescapables.


No es un modelo perfecto. Cuidado con creer que es indestructible. Es inútil y veleidoso debatir quien es el padre de la criatura. Ahora aparece que hay poligamia en su nacimiento, cuando lo de fondo, lo importante y sustantivo es buscar consensos, acercar posiciones para potenciar sus fortalezas y no buscar el reconocimiento paterno (o materno) en el registro civil.



El país necesita llegar a un entendimiento sobre la forma de tratar su delicada situación. Entender las complejidades. Arrimar el hombro. Ponerlo en la agenda de un acuerdo nacional inmediato y no en una perspectiva indefinida o recelosa del compromiso


Colaboración

Diario El Comercio

25 de Enero del 2019

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