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Idas y vueltas

Los últimos días del año fueron de un estrés financiero que elevó la calentura en algunas esferas públicas. Sólo se la pudo superar in extremis, haciendo malabares que por suerte permitieron llegar a un fin de período presentable. El crédito chino y las recaudaciones de la remisión tributaria llegaron en tiempo suplementario y fueron las boyas que finalmente la evitaron.


Esto no puede ni debe volver a ocurrir. Debe ser lección aprendida y final. Así no se sostiene una política económica con un horizonte claro, una ruta que supere los obstáculos de forma programada; con dificultades, si, pero de forma consistente, decidida.


El gobierno debe ser más preciso y firme en el apoyo a la gestión económica. Con un solo vocero. El país sabe, o mejor una parte de él conoce las complejidades del entramado económico, la gravedad de los desequilibrios y por eso mira preocupado la forma cómo avanza una tarea con cien mil retos, en medio de demoras, intromisiones, vacilaciones. Aprecia afanes de enmendar los problemas; recibe anuncios de su enfrentamiento; y, luego, aparecen enmiendas, explicaciones, exclusiones que buscan satisfacer a todo el conglomerado de sectores y actividades potencialmente afectadas, como si aquello fuera posible. El resultado final: pocos comprenden, si lo hacen, lo que finalmente se hace o decide.


El daño económico es muy grande como para pensar que no hay costos. La transición va a ser larga y depende de la consistencia de las metas planeadas. Mientras menos sólida sea la política económica, más largo y doloroso será este tránsito. Incluso el costo político puede desbordarse al punto de comprometer las bases de su continuidad, llevado por una economía que se convierte en un problema casi inmanejable.


Quienes anuncian que por ahí existe alguna lotería que por arte de magia elimina los problemas, no son otra cosa que embusteros. No hay alternativa que no sea la de recorrer un camino lleno de dificultades, reclamos, protestas. El objetivo lo vale. Hay que comunicar y explicar el porqué de las cosas.


El país no tiene plata. Las deudas lo matan y hay que honrarlas. El Banco Central está chiro. Igual el gobierno. La balanza de pagos también sufre. El petróleo da la espalda. Los sectores productivos se baten, mientras la competitividad se la guarda en una gaveta. Y todo esto con un Estado que duda. Va y regresa.


Se piden sacrificios. Hay afán de hacerlos, aunque algunos se resisten, pero debe ser de todos y por algo. Eso significa ser más precisos y coherentes en todo lo que debe arreglarse. Más duros con el gasto corriente pues, hasta ahora es una promesa incumplida. Los gobiernos locales deben sumarse a la austeridad. El tiempo se acabó. Ya no da espacio para dilatar decisiones.



Colaboración

Diario El Comercio

11 de Enero 2019

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