top of page

A donde lleva la contravia

Salvo que se trate de alguien, de un grupo o de una colectividad particular que vive del contrapunto per se (e incluso goza con ello) y, hace del desafío a la ley su forma de vida, a nadie le conviene existir en contravía. Es algo de sentido común. Pero también es señal de incomprensión, de una actitud de conflicto permanente, de búsqueda de notoriedad venenosa. Incluso, hasta se podría pensar que es producto de una rebeldía perversa (inmoral) asentada en el mal entendimiento (o en un entendimiento de conveniencia) sobre la funcionalidad de la sociedad.


Pues bien, ese tipo de personas, regiones e incluso países existen. Tienen vida y defienden a rajatabla sus incoherentes y dañinas formas de pensar y actuar. Son una suerte de suicidas que acusan a otros de los daños que se ocasionan. Siempre tercerizan las causas. Nunca están dispuestos a reconocer los hechos y usan la fuerza (cuando pueden controlarla) para perpetuarse en la posición a la que consiguen arribar.


Ahí está Venezuela. A punto de desplomarse casi de forma definitiva en las zarpas del sistema que la aniquiló. Que esquilmó su patrimonio, empobreció a casi toda la población, pero que tiene un sistema político de contravía a plena marcha. Nada le para. Nada impide que la destrucción y el saqueo continúen ya que no existen señales de haber tocado fondo, pues la caída sigue libre y descontrolada.


El derecho a la vida hace rato que desapareció del radar político. Se mata por cualquier tipo de razón: política, de hambre, por violencia. El miedo y la desesperación son expresiones que la prensa capta todos los días. Sin embargo, sigue en pie esa dictadura, en tanto los instrumentos democráticos que buscan alterar este rumbo criminal chocan contra una muralla que no se conmueve. ¿Habrá salida democrática? No se. ¿La economía marcará el fin del régimen? No se.


Esa es la ruta que empieza con pequeños hechos (para muchos de escaso valor), que conforme avanza cierra puertas a las alternativas de solución democrática. Que impide la corrección temprana de los daños sociales y los destrozos económicos. Es un espejo que algunos no quieren ver. Que se niegan a reconocer aún cuando saben que la tragedia ya es realidad.


El Ecuador hace esfuerzos por salir de esa contravía. Parece que está a tiempo de hacerlo. Hay dudas y amenazas evidentes. Cuesta mucho corregir, se siente y ve todos los días, pero hay varios frentes en el empeño que ofrecen esperanza. El CPC transitorio da ejemplo de responsabilidad. Cumple su deber ciudadano. No hay como desmayar. Al gobierno es al que más le interesa, pues el camino que estaba trazado le lleva hacia el infierno. Y a nadie le gusta chamuscarse, peor quemarse o inmolarse.



Colaboración

Diario El Comercio

04/05/2018

bottom of page