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Hasta cuanto aguanta esto

“La política no es el arte de lo posible. Ella consiste en la definición entre lo desagradable y lo desastroso”. Aunque no la comparta, esta fina y elocuente frase del famoso economista norteamericano John Kenneth Galbraith, escrita hace muchos años parece que fue pensada en el Ecuador y no en la realidad de los EEUU, pues calza como anillo al dedo a lo que viene ocurriendo en nuestro medio desde hace algún tiempo.


No hay tema que no tenga un tratamiento tormentoso, enredado y que halle una solución. ¡Nada de nada es posible concertar! Como lo dijo un diputado: ni un minuto de silencio se acuerda. El país se ha convertido en una sociedad de discrepancias, de altanería, de inconsistencias. Hacemos el ridículo, pero no nos importa. Cada día las instituciones demuestran su perseverante descomposición. Ahora, con estupor hemos visto cómo miembros de las FFAA asaltan, en una acción concertada con otros de la Policía a esa Notaría, se roban lo que pueden, usan los aviones del Estado para atender sus intereses privados y, a lo mejor les dan de baja. Pero ¿dónde quedan todos los delitos penales en los que incurrieron? ¿Dónde está la Fiscalía? Que dicen a eso los gobernantes: apenas se escuchó una declaración tibia de que serán las autoridades “correspondientes” las que les castigarán. Y de la profanación de la tumba, todos guardan silencio. ¡Parece que nunca se lo hizo!


Igual ocurrió con los abusos y daños que se produjeron en el paro del Oriente. Se dijo que los culpables de tanto destrozo y daño a los bienes públicos y de las pérdidas del Estado serían enjuiciados. En Manabí también se reprodujeron hechos vandálicos y no pasó nada. Se ha creado con tanta indolencia una sociedad indefensa, que transita, atontada debería decirse, a la anarquía a pasos de marcha forzada; y, en este proceso degenerante no se ve un solo dirigente del Gobierno, me refiero al Ejecutivo que alce la bandera de defensa de los derechos individuales, colectivos, políticos y humanos en señal de recuperación del símbolo de autoridad.


Aquí la justificación o explicación no está en la debilidad o fortaleza política. Es cuestión de saber defender principios y tener actitudes consecuentes con el rol público encargado por la colectividad. Un amigo me escribía en estos días que el Principio de Peters sobre el nivel de incompetencia se ve con claridad en las decisiones que emanan de ciertas autoridades claves del país. A lo largo de los últimos años hemos pasado de guate-mala a guate-peor. ¡Y la procesión continúa!


En lo económico ocurre algo similar: la senda se ha torcido y ahora la Ministra ve impotente como todo el programa se le va de las manos. ¡Se cosecha tempestades cuando se siembran vientos! El Presupuesto del 2006 recoge lo que se anticipó cuando se produjo el ataque a la Ley de Responsabilidad fiscal y se eliminó el FEIREP. Lo decidido esta semana es una muestra de la inconsistencia y de la ausencia de sentido nacional. ¡Nadie defiende al Estado! No importa lo que suceda con el concepto país. Se imponen los intereses locales, de ciudades, de provincias sin mirar ni de reojo los daños irreparables a las obligaciones que consolidan la existencia de un Estado que vele por todos los ecuatorianos. Como lo dije en otra ocasión, la consigna es ¡A la carga! Y hagámoslo rápido antes que nos ganen otros, porque en este gobierno no hay quien defienda el interés nacional. En nuestra colectividad, si existe una, se ha olvidado que las provincias son importantes pero que el país es primero.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Noviembre 30 del 2005

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