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Inquietudes nacionales

¿Qué cambios en la política económica esperaría luego del 4 de febrero?


No puedo dar una respuesta razonada o adecuada pues no dispongo de los elementos de juicio que permitan inferir lo que se me pide que conteste. Lo único que puedo expresar son mis deseos, sustentados en lo que creo necesario y conveniente para restablecer a una economía dinámica, que no son otros que los relativos a recuperar la sensatez y el apego a los paradigmas fundamentales representados en los equilibrios macroeconómicos, como los pilares cuyos cimientos aseguran la construcción de una sociedad estable, confiable, con futuro y sentido de equidad.


¿Tras la cita del G 20 (grupo de economistas) con Lenin Moreno hay alguna esperanza de cambios positivos?


Creo que lo dije la vez anterior y lo repito ahora: en ese grupo de profesionales, no todos son economistas y se denomina Foro de Economía y Finanzas Públicas. Quienes asistimos a la invitación del presidente (cuatro miembro del Foro), lo hicimos por invitación directa y personal del gobierno y no a nombre de la agrupación.

El Foro expidió su comunicado público y ahí están los conceptos compartidos que fueron entregados al Presidente de la República.

Mi experiencia personal de la reunión la puedo sintetizar en los siguientes términos: fue una reunión positiva, en términos respetuosos, con libertad para expresar los puntos de vista de cada uno, con una presencia singularmente representativa de las principales autoridades del poder ejecutivo, que me lleva a pensar, con razón, sobre el interés que tenía el presidente y su gobierno sobre nuestros puntos de vista.

Me parece que el objetivo de entregar un mensaje claro, crítico y razonado sobre la política económica fue acometido. Cada invitado expresó sus puntos de vista, que mirados en conjunto y por las preguntas o comentarios que se expresaron, confirman mi apreciación de la preocupación gubernamental de tener frente a si “una mesa no tendida”.

Sin embargo, no por ello puedo deducir si existirán cambios en la dirección de la política económica.


¿Pensaría usted que se debe cambiar autoridades económicas o reformular un plan y un modelo?


Mi opinión sobre la viabilidad de la política económica es muy clara.Lo he manifestado en reiteradas oportunidades: no resuelve los problemas sociales, incluso los pone en un riesgo mayor, ya que no dispone de los instrumentos críticos e irremplazables para acometer un proceso sostenido de crecimiento sano.


A la identidad entre la inversión y el empleo no la considera como la premisa que conduce a niveles superiores de bienestar. Trata a cada una como si perteneciera a un mundo diferente, que no tiene relación y por eso no cosecha lo que busca. Y sino miremos un dato oficial sobre lo que ocurrió con el empleo adecuado en los diez años de aplicación de esta forma de entender la política económica.


En este lapso (2007-2017) hubo un solo gobierno, es decir un solo responsable con una sola concepción económica. En este período la población ecuatoriana aumentó en 3.3 millones de personas (ahora somos 17 millones). De ellos, 1.8 millones pasaron a formar parte de la PEA (Población Económicamente Activa), que teóricamente deberían haber encontrado oportunidades de un trabajo adecuado. Por lo menos esa era la hipótesis optima que ofrecía este modelo frente a los demás. Aquí descansaba el objetivo más poderoso: su riqueza social.


Lamentablemente, de todos esos, apenas encontraron empleo adecuado 700 000 ecuatorianos, es decir el 39% de la PEA (porcentaje incluso un poco menor al histórico) Y, si descomponemos esta última cifra, descubrimos que 260 000 empleos fueron creaciones de personal público (ahora son, según el INEC720 000 servidores del Estado), lo cual deja por diferencia el remanente de 440 000 plazas de trabajo formales generadas en esa década por el sector privado, o lo que es lo mismo un promedio aritmético de 44.000 por año.


Con este resultado está claro el fracaso del modelo ejecutado. Aún más, escondió su debilidad en la proliferación de las entidades públicas que hoy son un óbice evidente para el crecimiento futuro. Y como todos sabemos que esa posibilidad de seguir expandiendo las sábanas públicas ya no es posible, con el constreñimiento al que están sometidas las actividades privadas, no hay posibilidad de arreglar las injusticias sociales.


¿A dónde se fue la inversión pública? ¿De qué sirvió tanto endeudamiento? Acaso no se dijo que con el dinamismo del gobierno habrá mejores días para los marginados. Pues bien, luego de una etapa de abundancia, incluso excesiva, la política económica excluyente y desequilibrada muestra las costuras sociales con flecos deshilachados.


El presidente anunció, en su encuentro con la prensa escrita, recortes presupuestarios en el sector público. - ¿Estos recortes debieran ser en personal o en gastos generales e inversión?


Es una buena noticia. Si no estoy mal, solicitó la reducción del 10% en los presupuestos de todas las instituciones y dejó el compromiso de determinar las partidas a cada uno de los responsables de esas entidades, ministerios y entiendo, aunque no lo tengo claro, de las empresas públicas.

Si esto se aplica al conjunto del gasto público de directa ingerencia del ejecutivo (corriente y de inversión), la decisión debería rendir un ahorro de más de 2 000 millones de dólares y esa si es una cifra respetable (2% del PIB). Si se lo hace a nivel de todo el sector público no financiero, el resultado podría acercarse al 3.5% del PIB. Buena parte del recorte con seguridad será en inversión. Razón clara para establecer los mecanismos que lleven a ser mucho más proactivos en atraer la inversión privada que ayude a reducir el impacto recesivo.




Colaboración

Diario El Comercio

03/02/2018

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