Se aceptan apuestas
Se pensaba que algo cambiaría. Así era. Se pensaba. Ahora llama la atención la forma como conducen las decisiones económicas quienes hoy representan al Estado. Sorprende ver lo que hacen cuando han sido muy críticos con el diseño y manejo de la política económica en el largo período anterior; y, es que no se entiende porqué continúan ofreciendo el mismo menjurje al que le acusan de no haberle dejado la mesa tendida.
El gasto público sigue desbordando el presupuesto a pesar de los anuncios de austeridad. Hasta septiembre crecieron al doble de los ingresos y con ello el déficit fue más alto que el del 2016. De ahí que la angustia de la caja fiscal lleve a repetir lo mismo que tanto se dijo que era incorrecto e inconveniente.
En la última quincena el gobierno se endeudó en más de 3 300 millones de dólares. Lo hizo en términos tan costosos como los del antecesor y abiertamente incompatibles con la capacidad de pago de la sociedad. La pócima sigue contaminando las cuentas fiscales, en lugar de refrescarlas o por lo menos aliviarlas.
Y si no dígannos de donde se sacarán para el presupuesto del 2018 un poco menos de 300 millones para pagar los intereses que nacen con estas nuevas obligaciones; y, si a esos milloncitos les sumamos los 2 250 millones que ya se deben cancelar este año, podemos apreciar como crece esta montaña que sigue desmantelando la mesa. ¿Tal vez piensan quitarle a alguien?
Se dirá, con algún grado de razón temporal que no había alternativa, pero lo que no se aborda ni se dice es cual es la solución del problema fiscal. Su tamaño. La composición de gasto; y, peor como se restañará el daño que ha ocasionado y sigue haciéndolo al futuro de toda la colectividad.
Sabemos que tomará tiempo arreglar los desequilibrios creados y será necesario entrar en un período de transición; pero con lo hecho hasta ahora, no hay señal de enmienda. Se ve más de lo mismo sin compromiso de debatir el rol del Estado y los papeles que debe abandonar.
El país sigue huérfano de planteamientos estratégicos así como de socios internacionales que ayuden a distribuir la carga del problema. Recurre a los mismos oportunistas que le pescan como lo hacen con los desesperados a los que les cobran hasta por las costuras; o, continúa abusando de la abulia con la que se dirige el banco central que le ha llevado a un estado de postración financiera demasiado avanzado.
Lo dijimos hace buen rato, esta forma de hacer las cosas ha contaminado innecesariamente a instituciones que no debían participar o no tenían que hacerlo. El IESS, el BCE, son ejemplos de la extensión que alcanzaron los tentáculos del gasto publico. El cuento sigue. ¿Alguien sabe o advierte cuál será el capitulo final? Se aceptan apuestas.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
20 de octubre del 2017