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Las dos van juntas

En el debate que el país presencia dentro de Alianza País, cuya ruptura muchos la pronosticaron con claridad y hoy es palmaria, aunque producida con alguna anticipación, existen por lo menos dos evidentes causalidades: la primera vinculada con el grado de democracia o autoritarismo; y, la otra derivada de la precaria situación económica.


Las dos están vinculadas. Son entre si causa y efecto, que se retroalimentan y producen profundo escozor al interior de los militantes del movimiento que gobierna desde inicios del 2007. Por eso, tratar de esconder las responsabilidades resulta una tarea además de inocua, absurda y contradictoria. Están a la vista de todos. Son inocultables.


De ahí que la lucha por convivir con esa línea intimidante, abusiva, prepotente que caracterizaron los años del gobierno saliente, para frenar las investigaciones vinculadas con tanto hecho corrupto y repudiable, no tiene futuro.


Los sucesos van a seguir desbordando el dique, llevando con esa corriente a todos los que pretenden detener la tendencia liberadora de información que estuvo tanto tiempo contenida. Ya no hay cómo hacerlo. Deben entenderlo.


Seguir encubriendo bajo los argumentos de solidaridad y defensa del movimiento y sus principios, es una falacia a toda orquesta. Para hacerlo necesitan usar la fuerza, pues la razón les desborda y, para fortuna del país carecen de la primera.


En el momento que escribo esta columna, leo un libro que me facilitó un querido amigo, titulado “Start-Up Nation. La historia del milagro económico de Israel”, en el cual existe una reflexión atribuida al fundador de Intel Israel, que puede ser útil para la circunstancia que vive el país, cuando señala que en momento de crisis, el objetivo de un líder, más que nunca, debe ser cultivar el disenso y promover el desacuerdo, para concertar.


La falta de oposición puede convertirse en un gran problema: significa que el cambio que intentas introducir no es lo suficientemente claro… o que ésta se ha pasado a la clandestinidad.



Aquí y ahora, hay algo de las dos cosas. Se sabe que la línea económica no tiene salida. No necesita remiendos sino cambios de fondo y, la política exige recuperar la funcionalidad de la democracia y sus instituciones, para atender ese desafío.


El tiempo del arreglo político está muy limitado por esta realidad. La utopía del socialismo del siglo XXI no funcionó.


Es momento de dejar que trabaje la justicia. Que lo haga con libertad y presteza. Para eso está.


Mientras el país busca una salida razonable, ordenada y cuidadosa de su laberinto económico. Ahí cabe la concertación. Las dos van juntas.

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