Un Central independiente
El desarrollo de las ciencias llevó a los seres humanos interesados en ellas a buscar la especialización. No hay campo del saber en el cual la complejidad de la temática no haya alcanzado una profundidad de la que antes carecía.
La economía no es ajena a este proceso. Las investigaciones en temas que antes parecían imposible de realizarlas, con la ayuda de la tecnología, hoy producen resultados impresionantes. Y, mientras más se aprende, más dudas salen a flote. Pero, no por ello se pierde capacidad de análisis, sino que se afinan objetivos.
Por eso, duele ver cómo se interpretan los acontecimientos monetarios sin soportarlos con evidencias empíricas producto de la investigación académica. Se habla por ejemplo de la inconveniencia de disponer dinero en forma de papel moneda o monedas por el costo de su administración y la necesidad de sustituirlo por “dinero virtual”, mal llamado electrónico, cuando los segundos posiblemente, si se los mira desde este corto y poco técnico ángulo del costo operativo demandan una fuerte inversión. Por lo tanto alguien debe pagarla y tienen una dificultad mayor para universalizar su uso.
En dolarización, la emisión primaria no cuesta. No existe. Tiene otro problema que es el señoreaje que nada tiene que ver con esto. El Central sólo debe pagar por el transporte y distribución de billetes, que en algo lo cubre con las comisiones que cobra, pero que no se transfieren a los usuarios. La gente recibe los billetes gratis, no le cuestan y el valor que enfrenta el Central es marginal frente al beneficio de su uso universal. Eliminar los billetes no se ve posible en todo el mundo. Las sociedades van, paso a paso (sin presión y de acuerdo a su desarrollo) ofreciendo otras alternativas de manejo del dinero, pero nadie apuesta por un mundo sin cash (perdonen el anglicismo).
Además, hay otro problema, en el Ecuador la “estimación” de los billetes y monedas en circulación no parece adecuada. Luce excesiva. Representa el 13% el PIB (13 000 millones de dólares), lo cual quiere decir que cada ecuatoriano tiene en su casa de manera permanente 8 400 dólares en billetes, es decir una suma que rebasa incluso al PIB per cápita. A lo mejor los corruptos lo tienen, o unos pocos, pero no todos. Sin duda, el Central no ha revisado la consistencia de sus cálculos, pues, para reforzar la crítica podemos decir que en Colombia este indicador es la mitad del ecuatoriano.
Y, para concluir, si quieren reducir la tenencia de billetes, ofrezcan una política económica confiable, que no atemorice los patrimonios privados y, no usen al Central como la caja del gobierno. Los países que avanzan, en un marco de estabilidad, se quitaron esa tentación. ¡Cuanta falta hace un Central independiente y técnicamente manejado!