Inquietudes nacionales
¿ Qué debe hacer el gobierno para procurar estabilizar la economía?
El problema central es el tamaño del Estado. Ahí está el corazón de toda la descomposición económica. Es desmesurado. Con profundas ineficiencias y muestras de descomposición moral. No hay forma de sostenerlo que no sea degradando más las condiciones de vida de los habitantes, a la vez que destruyendo fuentes de empleo y producción. Y, todo ello, en un ambiente de cuestionamiento de la estabilidad y funcionalidad del modelo monetario en vigencia.
Es verdad que otros problemas conviven con este grave desequilibrio, los cuales generan dificultades mayores en la formulación de un plan de superación y restablecimiento de la dinámica económica, pero no hay la menor duda que algunos, sino todos ellos, de manera directa o indirecta, se han visto influenciados por esta perniciosa realidad.
Veamos unos pocos datos, proporcionados por el Observatorio de Política Fiscal, que ilustran el embrollo: El déficit del presupuesto del gobierno en el año 2016 se ubicó en los 7 500 millones de dólares (cerca del 8% del PIB). Para este año, la estimación lo lleva a 8 350 millones (9% del PIB). Obviamente este resultado supone que el presupuesto en ejecución no tendrá cambios, como los puede hacer el nuevo gobierno hasta el mes de agosto; y, además, no se tomarán medidas para corregirlo.
Hasta marzo, el déficit del presupuesto ejecutado ya rebasó los 2 000 millones. No hay señales de corrección del rumbo. Siguió la línea de endeudamiento intenso para sostener el pesado aparato estatal.
Con estos déficits, más lo que se necesita para pagar la deuda pública, por capital e intereses, que se vencen anualmente, las necesidades de recursos nuevos sobrepasan los 12 000 millones de dólares. Eso ocurrió en el 2016 y por eso le utilizaron de manera impropia al Banco Central para que se convierta en uno de los principales acreedores del gobierno nacional. En el 2017, esa posibilidad aunada a las disponibilidades internacionales de colocar más bonos, señalan un camino de muy dificil tránsito.
Algo podrán conseguir, aunque no parece que sea mucho. Además, ya se ven las secuelas de esta gestión. Nuevamente, según el OPF, el servicio de la deuda en el primer trimestre de este año aumento en el 122% frente a la que fue el año anterior. Por todo eso, los anuncios reiterados de introducir el mal llamado “dinero electrónico”, sólo se explica en la angustia por mantener este Estado voluptuoso y derrochador.
¿ Qué prioridades existen en cuánto al tamaño del Estado?
Adecuar su dimensión a la capacidad de contribución que tienen los ecuatorianos, de manera personal o mediante sus emprendimientos, para cubrir los serviciós públicos fundamentales como son: salud, educación, defensa, seguridad interna, bienestar social, administración tributaria, justicia, sin poner en riesgo la viabilidad de sus empresas o, hacerlo bajo condiciones que no les permita ser competitivos en los mercados internacionales.
Todo lo demás, en lo cual está involucrado el gobierno, se lo puede hacer con las actividades privadas. Debe desaparecer todo ese oropel fastuoso que se creó que sólo transmite la existencia de una caja fiscal que opera como costal roto.
Con una racionalización programada, que obviamente tomará tiempo, pues no se trata de hacerlo de forma brusca, pues aquello profundizaría el problema en lugar de atenderlo, pero con un bien marcado compromiso de enfrentarlo, el país podrá comprender que hay otro horizonte en camino de construcción.
¿ Qué señas se deben dar para defender la dolarización?
Si no existe un plan de reconvención del gasto público, será muy difícil sostenerla, o por lo menos trabajará bajo condiciones muy precarias, que no permitirá recuperar el dinamismo perdido y el necesario para defender los niveles de bienestar.
Ecuador perdió una parte de sus ingresos genuinos y no se ve una perspectiva que los pueda recuperar en un lapso razonable. No guardó ni un solo centavo. Se gastó todo. Incluso se endeudó intensamente y ahora padece de recursos, que sólo los podrá recuperar con mucho empeño y en un período de mediano plazo.
Todo eso requiere confianza y ella se la recupera con decisiones, pues el daño hecho, con tanta afrenta a las actividades privadas, no será fácil superarlo.
¿ Puede el gobierno entrante modificar las condiciones de los tratados de protección de inversiones denunciados o renegociarles, en que circunstancia?
Si tiene conciencia que el modelo de gestión realizado le ha llevado, como muchos lo adviertieron, a una esquina sin salida ordenada, debería revisar con mucha responsabilidad el tipo de relación que desea mantener con los inversionistas privados, tanto nacionales como extranjeros.
Los acuerdos de protección “recíproca”, tienen precisamente esa visión de defender las reglas de juego acordadas por las dos partes. Lo hacen como un gran paraguas que obliga a los dos participantes a respetar lo acordado y comprometido. En ese plano, le cubren al país de la presencia de “gallinazos” (disculpen el calificativo), que sólo buscan una oportunidad para expoliar los intereses nacionales.
La calidad de los inversionistas es muy importante en la forma como se construye un futuro más certero. Los serios, de reconocida valía internacional, no van a sitios cuya seguridad jurídica es incierta. Allá van los pescadores de réditos extraordinarios, normalmente bajo condiciones entre las cuales se cuelan “tratos impresentables”.
Si el Ecuador es serio en sus compromisos, la pregunta que sale de todas estas decisiones es: ¿A qué le teme? Porque sin estos mecanismos, la posibilidad de encontrar socios del desarrollo nacional va a ser más difícil y más oneroso.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Mayo 13 del 2017