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La mesa tendida

El saliente sigue empecinado en dejar enormes piedras en el camino. Continúa nublando el horizonte. No parece que esté por entregar el poder a su relevo. Ofrece más bien una impresión de estar frente a una transferencia a alguien al que quiere hacerle la vida difícil, a cuadritos podemos decirlo, desde el primer día. No de otro modo se entiende tanto ajetreo por concluir a como de lugar, incluso atropellando una vez más las leyes, sus reglamentos y, haciendo caso omiso de procedimientos, ciertos proyectos que sin la menor duda ocasionarán más de un dolor de cabeza al país, a la democracia y de manera colateral al nuevo gobierno


Lo hace justo en los momentos en los cuales se evidencian los horribles ejemplos que provienen del abuso de poder del gobierno dictatorial de Venezuela, que agrede, mata sin contemplación, a los opositores indefensos, que demuestran su inconformidad en las calles de muchas ciudades. Ahí se ve la utilidad perversa, malandrina, criminal de los grupos civiles armados, que están a disposición del gobierno como fuerzas de choque y actúan amparados en el anonimato de los disfraces oficiales. ¡Y, eso quiere reproducirlo en nuestro país!


Para quienes creemos en las instituciones democráticas, en el respeto de los derechos humanos, en los principios de libertad y convivencia pacífica, el proyecto es una aberración que merece el rechazo absoluto. No podemos permitir, perdonen si ven en esta frase un signo de intemperancia, que los que se van en menos de un mes, nos dejen la mesa tendida con estas trampas que sólo se explican en gobiernos abusivos, temerarios y despóticos.


Si el gobierno entrante quiere marcar una diferencia, mediante la cual de una señal de cambio en lo atinente al respeto de los derechos colectivos e individuales de una sociedad que desea vivir en armonía, debe demostrar su inconformidad con el proyecto y, ofrecer su derogatoria, en el caso de que el apuro procesal del momento les permita, con irregularidades manifiestas, culminar el proceso aprobatorio en la Asamblea, que ya se va a su casa.


Pero el desenfreno no concluye ahí. De pronto, aparecieron 12 Tratados de Protección Recíproca de Inversión firmados con varios países, como los enemigos de última hora. Estaban dormiditos en algún cajón de las cosas escondidas, por cuanto su vigencia le permitió al saliente atraer inversiones, confirmando el valor que tienen para la colectividad ecuatoriana. Pero, basta, hasta ahí nomás dijeron. Al denunciarlos, le deja otra trampa, de las innumerables que se ven en la mesa tendida, con cargas explosivas de amplio espectro. ¡Qué importa si con esto se produce un mayor daño reputacional del país!




Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Mayo 05 del 2017

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