Entre buenas y malas
Esta fue la semana de la Reunión de Primavera del Fondo Monetario y Banco Mundial. Se analizó la evolución de la economía mundial, en sus principales regiones y países, desde la Plenaria de fines de septiembre y principios de octubre. Se trata de un monitoreo exhaustivo semestral, acordado hace muchos años para evitar tratamientos extemporáneos, correcciones tardías en los programas o recibir sorpresas como gansos negros.
Es el foro de mayor prestigio entre los tantos que ocurren a lo largo del año. Se visualizan los efectos de los cambios implantados en las políticas públicas para superar amenazas abiertas, mitigar otras, fortalecer los campos en los cuales se aprecia consistencia; y, prevenir desajustes futuros. También se conocen las decisiones que rompen paradigmas o ponen a prueba la integración de los mercados.
No siempre se llega a acuerdos o compromisos definidos, pero las deliberaciones son ricas en contenido técnico por el intenso intercambio de opiniones de los representantes públicos, privados, de multilaterales, de la banca central y otros actores de peso relevante en el mundo económico. En un lenguaje cuidadoso, pero reconocido por su precisión, se anuncia las características de los cambios en el clima económico.
En esta oportunidad, hay manifestaciones de cierto optimismo en el campo del crecimiento. La inflación sigue contenida y no muestra sus instintos. Los tipos de cambio tienen una conducta más educada. Parecería que el mundo, de a poco va superando sus propios miedos y recelos producto de la singular crisis del 2007-2008, que con tanto trabajo se consigue superar, aún cuando todavía quedan señales de los daños sociales, en especial vinculados con la pérdida de empleo y bienestar en algunos países.
No todo es color de rosa. Siempre hay varias caras: unas de satisfacción, otras de pesadumbre y no faltan aquellas de frustración. Ahí se ven las cosechas de las políticas sembradas. En unos casos obtienen recompensas por el esfuerzo y la constancia. En otros reciben vientos y no faltan aquellos que encuentran su sociedad arrasada.
Lo cierto es que con lo ocurrido en el mundo desarrollado, se rompió la creencia de que eran inmunes a los desafíos de las reglas básicas del manejo económico. La famosa asimetría a la cual con tanto ahínco la enfrentaron los países en desarrollo, hoy es historia. Finalmente, las leyes de la economía no perdonan a nadie. Y, los que las desafían, reciben la contundente respuesta de su descomposición.
Al Ecuador en particular le anuncian otro año de recesión. Su economía no reacciona. El PIB se contraerá en el 1.6% y en el 2018 todavía visitará los números rojos. Estamos en las malas. El lado bueno, la inflación, seguirá cayendo. Podría desaparecer. Ojo con la deflación.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
21 de Abril del 2017