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Deber cumplido

Cuando el tiempo apacigüe las pasiones políticas y permita apreciar la trascendencia de la gestión que concluye el presidente Obama, con seguridad la historia le ofrecerá un puesto de privilegio. Cambió la confrontación por el diálogo internacional, aún a costa de sus resultados. Prevaleció el afán de cultivar la paz frente alas amenazas y desplantes beligerantes en algunos frentes internacionales. A momentos pareció dudoso de su estrategia, incluso falto de firmeza, pero su convicción de buscar soluciones sin poses amenazantes, ofreció al mundo un ambiente menos dispuesto a la prepotencia.


Consiguió, conjuntamente con los gobiernos europeos poner finalmente en la mesa de negociación a un Irán amenazante y, en un ambiente de mutua desconfianza, llegó a un acuerdo de control nuclear. Hoy, con todos los riesgos propios de este tipo de entendimientos, en su gran mayoría bien calculados, el mundo se esfuerza por eliminar pacíficamente este conflicto que puede o podía derivar en un confrontación de dimensión mundial.


Obama llegó al gobierno con pocos países aliados. A muchos, la administración anterior los abandonó o, por lo menos ignoró cuando tomó decisiones por encima de los principios de gobernabilidad mundial. Recuperó, con paciencia el liderazgo internacional. Reconstruyó la confianza en los procesos de dialogo. Obviamente, no siempre consiguió lo que buscaba, pero sería injusto desconocer todo el esfuerzo dedicado a forjarun mundo menos violento.


Como siempre quedan temas pendientes, pero lo cierto es que en casi todos, con excepción posiblemente de Siria y Corea del Norte, avanzan soluciones, mientras Rusia ha sido una piedra en el zapato. El acercamiento a Cuba, el apoyo a la paz de Colombia, son parte de esa agenda, a la cual le acompaña, increíblemente, su decisión de profundizar las relaciones económicas con el resto del mundo.


Al inicio de su mandato, la economía de EEUU estaba a punto de sucumbir. Había llegado al borde del abismo. Los bancos americanos vivían a un tris de fenecer, y con ellos buena parte del sistema mundial. La enfrentó y consiguió restablecer el orden. Sus medidas, incluso de apoyo fiscal, con un riesgo evidente de perder los capitales públicos, consiguieron evitar el colapso e incluso le permitieron obtener réditos para el presupuesto federal.


El desempleo que superaba el 10%, fue mitigado. En sus ocho años de gobierno lo redujo al 4.7%, dejando un legado de más de diez millones de empleos creados. Y, ahí está, el merito mayor de su gestión. Transformó la angustia en esperanza. Además, lo consiguió poniendo a la inflación en un nivel que protege a los ciudadanos, con un déficit fiscal bastante corregido.


Tarea cumplida.



Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Noviembre 18 del 2016

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