Tiempo de cautela
La volatilidad de los mercados internacionales en un ambiente de declinación del dinamismo mundial, con la excepción de la recuperación sólida de los EEUU, marcará la forma como recoja la historia económica los resultados en el 2015. Por primera vez, en un poco más de 21 años se produjo el inicio de una etapa, en la cual existe discrepancia en el estatus de aplicación de las políticas monetarias de los principales centros mundiales.
Por eso, el 2016 arranca con dificultades adiciones en la determinación de su posible trayectoria, pues más allá de las expectativas de un modesto crecimiento, además de resultados disimiles para varios países de las mismas regiones en donde conviven realidades tan diversas como las recesivas con otras de desaceleración e incluso algunas de dinamismo, deberá resolver los innumerables dilemas y conflictos que serán producto de esta singular realidad.
Mientras la política monetaria de los EEUU ha concluido, hace ya buen rato, la etapa de facilitamiento financiero (llamado Quantitative Easing) e inició la de aumento paulatino de las tasas de interés, Europa del euro sigue empeñada, con cierto atraso, en reconquistar el dinamismo perdido a partir de la crisis del 2010, con dinero barato, que incluso llega a cobrar intereses (tasas negativas) en lugar de pagar a cierto tipo de inversiones financieras, a la par que Japón hace lo mismo para sacudirse de la deflación con estancamiento de la cual no logra zafarse hace ya bastante tiempo.
En ese plano de divergencias, el cuadro se completa con Inglaterra cuya gestión anuncia el reinicio de la política monetaria de tasas positivas para el año 2016 y China cuya moneda, el renminbi (también conocido yuan) ingresa por primera vez a la canasta de valoración de los DEG del FMI, bajo la expectativa de poder incorporarla de manera paulatina y a largo plazo, a la red de monedas de aceptación internacional.
El fortalecimiento del dólar y posiblemente también de la libra esterlina va a responder en cierta medida a este descalce de políticas monetarias, al igual que el delicado efecto derivado del cambio de direccionamiento de una parte de los flujos de capitales como respuesta de rendimientos superiores por las nuevas tasa de interés, que sin duda restringirán la disponibilidad de fuentes de financiamiento de los países emergentes.
Y eso tiene como telón de fondo, un ambiente de pérdida de los términos de intercambio por la caída de los precios de los bienes básicos, materias primas, energía y minerales, que marca la nueva realidad de estas economías carentes de moneda dura.
Es tiempo de cautela. Afuera, en los emergentes y en los nuestros. Así como existirán oportunidades, los riesgos vendrán de la mano de la incertidumbre evidenciada en la volatilidad.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
1 de Enero del 2016