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Hora de prueba

Ahora es el momento o, si quieren, el ciclo de probar la calidad de las políticas económicas. Es la etapa en la cual se lucen aquellas que lograron estructurar un sistema que se preparó para manejar con inteligencia y, más que nada, con equidad la escasez. Ya no es la época de parchar cosas con un poco del sobrante financiero que vino a raudales. Llegó el lapso de sostener lo alcanzado, de poner a prueba que la lucha contra la pobreza se la hizo rompiendo las raíces de su proliferación.


El mundo sacó de la pobreza a más de 700 millones de personas en la última década, más precisamente del 2001 al 2011, llevando el indicador del 29% al 15% de la población mundial. Pero muchos estudios advierten que el esfuerzo, siendo notable, qué duda cabe, es muy frágil. Las bases construidas en algunos casos no son lo suficientemente sólidas como para enfrentar las amenazas que provienen de la declinación de las economías emergentes.



Aquello ocurre en América Latina. El año anterior, ya se evidenció un retroceso en la equidad social. Y este año, con los últimos datos sobre crecimiento de la región que es posible que sea nulo (el peor desde la crisis financiera mundial), encontraremos a los sectores vulnerables desprotegidos, en especial en países carentes de ahorro público disponible para mitigar la caída del ingreso agregado de toda la colectividad, pues no habrán herramientas disponibles para contrarrestar los efectos del desempleo, la reducción de remuneraciones (vía inflación o devaluación), el resurgimiento del subempleo, la declinación de la inversión.



La vulnerabilidad social sigue siendo alta. Existe un importante segmento de la población cuya educación mala o inapropiada le impide aspirar a ocupaciones más adecuadas y seguras. Es una clase o estrato, que habiendo salido de la pobreza se encuentra por debajo del nivel seguro (?) de la clase media. El PNUD la estima en el 38% de la población regional. Y, eso es mucha gente amenazada por el nuevo ciclo económico, durante el cual saldrán a relucir las políticas de relumbrón que usaron ciertos gobiernos para ampliar sus bases políticas, pero que será difícil sostenerlas, bajo la realidad en la cual se encuentra trabajando el mundo emergente y en desarrollo.



El despilfarro o el abuso de los recursos públicos será mucho más evidente pues la angustia social, explicable y comprensible, no tendrá una respuesta convincente u oportuna. Y como se conoce, por las dolorosas experiencias históricas, las crisis, extensas o cortas, profundas o superficiales, siempre agudizan los daños sociales. Y el único medio para mitigarlas es la existencia de un Estado previsible, que supo cuidar la abundancia y está listo para ejercer su obligación de proteger a los estratos indefensos.



Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

14 de agosto del 2015

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