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Están cambiando las cosas

Otra vez se abre el abanico de temas económicos. El año que empieza no da buenas señales. Ya se nota una línea de restricción, natural por los desbalances o administrada por el gobierno, que pone un interrogante sobre la dinámica natural de la sociedad. El déficit fiscal, el problema de la balanza comercial y su impacto en la liquidez de la economía, la perdida de la tendencia favorable en los precios de los bienes que se exportan, en fin las noticias no son tan buenas como sería deseable.


Hace pocos días una persona muy cercana me comentaba sobre una expresión hecha en un medio de comunicación por alguien que hace seguimiento a la economía nacional. En resumen, lo dicho sustentaba lo siguiente: a pesar de que la dolarización genera una dependencia directa con la economía de los EEUU, no siempre las buenas noticias de ese país lo son también para el Ecuador. Ejemplos al canto:


Con la recuperación del país del norte y el inicio, lento pero avisado, de una política monetaria menos expansiva que permita retomar un papel más activo y selectivo a las tasas de interés, es previsible, además de un hecho cierto, el fortalecimiento del dólar en los distintos mercados internacionales. Y esa es una mala noticia para las actividades nacionales, en especial las de exportación, pues pierden competitividad.


En un año, la moneda brasileña se devaluó el 13%. La chilena y la peruana el 9%. La colombiana el 8%. La rusa el 7% y así un sin número de monedas de distintas partes del mundo. En pocas palabras, ocurre lo que se temía: el mundo ha cambiado de rumbo, la crisis internacional trae nuevos vientos pero en dirección contraria. Le va mejor a los EEUU, pero con su moneda dura nos complica la vida a los ecuatorianos. Con ese problema, hay pocos caminos para andar y lamentablemente todos dolorosos. Uno de ellos, el menos malo, es la reducción de impuestos para atenuar el daño en las empresas que exportan, pero el déficit fiscal es una barrera en esa dirección.


Por eso, el mirar el problema sólo desde la perspectiva de las importaciones, que incluso, por alguna razón que no se entiende, busca desmotivar la producción de bienes exportables con alto contenido de mano de obra barata (?), responde más a una visión protectora de ciertas actividades nacionales que desampara a los consumidores y podría reducir el empleo actual, por precario que sea, antes que a la solución sostenible del desbalance.


La explotación comercial de los esquistos petroleros ofrece un panorama de energía más barata para la industria norteamericana, que le agrega competitividad y promociona su desarrollo. Pero la incorporación de esa energía es otra mala noticia para el país por el impacto en los mercados internacionales que repercute en la balanza comercial y en las cuentas fiscales.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

15 de Enero del 2014

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