Europa en su laberinto
Cuando las crisis alcanzan niveles dramáticos, los dilemas llegan a poner en jaque la capacidad de gestión y visión de los gobiernos. Ahí aparecen los líderes con su capacidad de dirección. La historia está llena de ejemplos. Y, al poner la mirada en Europa, hoy el núcleo de los problemas mundiales, aparecen con nitidez figuras como Churchill, de Gaulle, Adenauer, que marcaron el rumbo de ese continente con resoluciones complejas pero sustentadas en una visión propia de quienes logran el calificativo de estadistas.
En esas etapas se requiere además un enorme talento creativo que busque soluciones en ese entorno de formidable incertidumbre. Y eso es lo que el mundo busca en estos días. Alguien a quien arrimarse que ofrezca seguridad a la par que esté dispuesto a asumir los riesgos propios de medidas controversiales y con seguridad exigentes de sacrificio.
Europa sabe que su camino es la profundización de la integración si quiere recuperar la senda de crecimiento y bienestar perdidos. No hay opciones. Mirar hacia atrás, es decir deshacer lo hecho sólo trae más dolor y escasas posibilidades de éxito. En cambio, avanzar en la composición de un estado europeo si bien tiene muchos retos, algunos de alta complicación, ofrece a la larga la posibilidad de reencontrarse con el papel preponderante que ha tenido en la construcción del mundo actual.
Eso significa ceder o transferir más soberanía de cada país al sistema comunitario. Construir un sistema federativo ágil, dotado de poderes y recursos. Es decir completar la tarea que se inició en 1952 con el Tratado de Roma y que está a medio hacer. No puede seguir con la organización actual compleja, lenta, enredada que depende de la voluntad de los parlamentos de 27 países cada vez que el dilema llega a su clímax. Sólo miren el ejemplo comparado de los EEUU. Ahí, el sistema federal tiene poder, recursos y las decisiones se las toma con oportunidad.
Parece simple todo lo dicho, pero en la realidad implica todo un conjunto de acciones, deliberaciones políticas en las cuales las transferencias de poder se realicen por el convencimiento de la construcción de un sistema mucho más eficiente, consistente y representativo de los intereses de los miembros de la comunidad. Y para eso se necesita precisamente esos liderazgos históricos a los cuales hemos recordado con mucho respeto y admiración.
Por ahí podrá salir Europa de su laberinto. Construyendo más integración. Cediendo poder y soberanía. Tiene que sostener el esfuerzo de lo alcanzado. La decisión de crear el euro es y fue acertada. Lo que falta es soportarlo con un banco central poderoso y un sistema fiscal y tributario más homogéneo que contribuya al financiamiento de un gobierno federal democráticamente electo. Algún día veremos un Presidente de Europa.
DESTACADO
Europa sabe que su camino es la profundización de la integración. Algún día veremos un Presidente de Europa.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Marzo 29 del 2012