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Burbuja con esclerosis

¡Qué manera de gastar! Podría ser la frase con la cual se cierra un análisis de la economía ecuatoriana. No ahorra. Consume todo lo que puede. No piensa en el futuro. Y eso se ve por todos lados. El comercio vende lo que tiene y por ello importa a manos llenas. El gobierno hace lo propio. Incluso no le alcanza lo que tiene, y es bastante. Vuelve a endeudarse.


En los tres primeros meses del año el déficit de la balanza comercial no petrolera supera los 1.800 millones de dólares. Claro, con todo el gasto del gobierno, el país tiene una liquidez que aumenta cerca del 20% anual y se la utiliza para comprar cualquier cosa. Se vende carros, electrodomésticos, muebles, ropa, alimentos, perfumes, joyas, adornos, departamentos, terrenos y todo lo que se encuentre en el mercado. Hay un boom comercial que se lo ve en el crecimiento del PIB de ese sector. Los empresarios felices, pero no piensan en lo que puede pasar luego. Viven una burbuja.


El gobierno hace su parte. Aumenta la deuda para mantener un alto tren de gastos. El déficit vuelve a convivir luego de una etapa de austeridad que desmontó los peligros del sobre endeudamiento. Y lo hace porque los vientos internacionales siguen soplando a favor del país. El precio del petróleo se mantiene bien alto a pesar de las advertencias de sus daños en la débil recuperación mundial. Por aquí se vive otra burbuja.


En resumen: todos gastan a manos llenas. Los mercados nacionales siempre repletos. Pocos invierten. El país se come lo que tiene y eso no es poco. Más tarde lo lamentaremos.


Lo malo es que toda esta exuberancia -aparente y de duración limitada- no produce empleo. Las fuentes de trabajo están estancadas. El sector privado ahorra mano de obra pues ahora las condiciones de este mercado lo han inflexibilizado más. Miren España y Lituania como ejemplo de lo que pasa con estas políticas cuando cambian las cosas.


Las últimas cifras de empleo son desilusionantes. La población total aumenta un poco más de 200.000 personas por año, pero el empleo desde el 2007 -incluyendo subempleados- apenas captó 100.000 personas, cuando se supone que debía hacerlo -en términos urbanos- en 350.000 nuevos trabajadores. Claro, lo que no se sabe es en donde están todos los que no trabajan, porque no constan en ninguna estadística oficial del mercado laboral.

Y lo más grave es que de esos 100.000 nuevos trabajadores, 85.000 han sido contratados por el gobierno, lo cual indica que en tres años las empresas privadas apenas han aumentado 15.000 nuevos puestos de trabajo. Eso se llama esclerosis laboral, combinada con una exuberancia de gasto que está creando una burbuja económica general, que, el momento en que no tenga aire -en este caso flujo monetario- para sostenerse, su destino será el piso terrenal.


DESTACADO


La economía no ahorra. Gasta a manos llenas pero no genera empleo. Hay una burbuja general con esclerosis laboral.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Mayo 11 del 2011

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