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Se sigue aprendiendo

El lado bueno de las crisis son sus lecciones. Es difícil apreciarlas porque rompen esquemas y generan controversias. En ocasiones afirman conceptos y consolidan tesis. Sin embargo, la dificultad en discernir los hechos, eliminar la hojarasca acumulada por lo inesperado, sube en grado cuando de por medio existen ideologizaciones intelectuales. Por eso toma tiempo digerir los daños, aceptarlos como inevitables y reaccionar para que no vuelvan a ocurrir. Así son los procesos y esa es la materia prima del desarrollo: el aprendizaje permanente.


La comparación de los efectos de la crisis entre dos países de economías maduras, consolidadas, que atraen inversión y reciben mano de obra nos ayuda a visualizar lo que queremos expresar.


Se trata de Alemania y España. Los dos son miembros de la Unión Europea. Tienen las mismas obligaciones comunitarias. Deben manejar con prudencia sus cuentas fiscales. Controlan el endeudamiento público y monitorean sus resultados con rigurosidad.


Pues bien, en la crisis de estos años respondieron de diferente manera: Alemania perdió mucha producción pero poco empleo, mientras España es el ejemplo del desastre laboral con poco efecto en producción. ¿Por qué ocurrió aquello?


Al mirar los impactos en la productividad, la que mejor se comportó es España pues con menos mano de obra mantuvo su actividad, mientras Alemania la vio derrumbarse. ¿Es esto bueno? Aparentemente si, pero sólo con una visión miope de lo que es un resultado de corto plazo, ya que el daño social es insoportable. Entonces, Alemania a pesar de la caída de la productividad se defendió mejor. Y es que tiene un mercado laboral flexible, solidario, protegido, compatible con la moneda común, que le permite defender los puestos de trabajo mediante decisiones rápidas que cambian las jornadas de trabajo, modifican -reducen temporalmente- los salarios y evitan el desempleo. Comparten los costos con aportes programados de las empresas. Usan los fondos de estabilización laboral que formaron y el gobierno pone lo suyo. Actúan los tres socios solidarios: Estado, trabajadores y empresarios.


En España no comprendieron lo que significa tener moneda común. Dejaron que existan masivos ingresos de capitales que produjeron la burbuja inmobiliaria, aceptaron una inflación superior y en la realidad indujeron a sostener salarios superiores a los de la comunidad. De esta forma sostuvieron un mercado laboral con reglas y contratos fijos que tuvieron ese efecto social desastroso de ajustarse despidiendo masivamente asalariados. Ahora, la lección enseña y en España los trabajadores empiezan, con dificultad aún, a ver la bondad de la flexibilidad responsable del mercado del trabajo coherente con una moneda compartida.


DESTACADO


Alemania perdió mucha producción pero poco empleo. España es desastre laboral con poco efecto en producción.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Abril 28 del 2010

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