Salarios y desempleo
A propósito del problema del desempleo, el ex presidente Felipe Gonzalez acaba de recordar una reconocida verdad: “la economía no se arregla con decretos”. Porque si ello fuera posible hace mucho tiempo que todos habríamos alcanzado el paraíso.
Lo que la economía necesita son normas simples pero sensatas. Bien pensadas. Consistentes. Que traten a los seres humanos como son: seres racionales, inteligentes, y no les crean unos simples borregos. Que no se aproveche de su ingenuidad ni de sus necesidades. Que ofrezca oportunidades.
Esto lo digo a propósito del pretendido aumento del salario mínimo, dicho y luego aparentemente rectificado por parte de algunos voceros del gobierno, en una proporción descabellada que si bien puede tener una base o aspiración social comprensiva, no tiene ningún fundamento real que permita resolver el problema de los ingresos de los trabajadores y peor aún el angustioso del desempleo.
Si el gobierno piensa que 320 dólares es el salario mínimo de la dignidad, porque mejor no nos proponemos uno superior ya que por esta vía entramos en el terreno de los remates públicos, y quien da más se lleva la gloria de la decisión y también el sambenito de las secuelas.
Obviamente, por este camino no quedaría piedra sobre piedra. La gran mayoría de las empresas tendrían que cerrar sus puertas y la infelicidad ya podría ser de muchos más, pues al revisar los propios datos de las encuestas salariales hechas por el gobierno los sectores más afectados serían precisamente los que usan más mano de obra.
Y ahí los tienen: en la construcción el 64% de los trabajadores tienen ingreso inferior al pretendido por el gobierno. En la agricultura el 84%, con lo cual el efecto carambola con los precios es inevitable pues la producción que salga a los mercados será mucho más cara. Y no nos olvidemos que la canasta básica de consumo de la gran mayoría de los ecuatorianos está constituida por alimentos. Luego está la industria manufacturera, dentro de la cual la pequeña industria es la más impactada con el 67% de los trabajadores con ingresos inferiores.
Los sectores que menos sufren son los servicios y por supuesto las actividades públicas en las cuales los salarios mínimos son superiores a este salario de la dignidad. A lo cual se suma el hecho de que las grandes empresas se defienden mejor de esta forma de destruir bienestar y con ello consiguen, en la práctica, una posición más dominante en el mercado.
En etapas recesivas y con problemas de empleo, las recetas son otras. Seguir pensando que las fórmulas económicas son inmutables es creer que la economía es una ciencia exacta y que los seres humanos no tienen sentimientos o pasiones. Que sólo actúan por reflejos, cuando es todo lo contrario: son seres reflexivos que actúan por incentivos y no sobre imposiciones.
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Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Noviembre 27 del 2009