Despertando a Keynes
“Yo era el único no keynesiano de la reunión” es el comentario que hizo Keynes en 1944 al salir de una cita de economistas que apoyaban aparentemente sus puntos de vista. Nixon, el famoso presidente republicano que rompió el Acuerdo de Bretton Woods, uno de cuyos inspiradores fue precisamente Keynes, dijo durante su mandato que “todos somos keynesianos ahora”. En estos días, un montón de gente está despertando nuevamente a este notable economista luego de casi cuarenta años de ostracismo, para hacerle decir cualquier cosa.
En una columna anterior tratamos de esclarecer el tiempo económico y las condiciones de desempleo abierto que son necesarios para que los principios keynesianos puedan servir de referencia en la solución de una crisis económica. Keynes nunca formuló una política que resuelva una crisis financiera, o peor de bienes raíces. Ni siquiera imaginó una triple combinada entre finanzas, bienes raíces y mercado de capitales. Su formulación central es la de encontrar la mejor combinación de instrumentos fiscales y monetarios que resuelvan un problema de desempleo masivo de corto plazo. Esa es su especialidad y no otra. De tal forma, que aquellos que ahora lo mencionan para buscar en su pensamiento un camino de solución al quiebre del sistema financiero mundial, están más perdidos que gaviota en Bolivia.
Por supuesto que en el tránsito hacia la solución de los graves desbalances económicos actuales van a usarse algunos instrumentos que pueden parecer derivados de la teoría keynesiana, pero sólo son en apariencia, pues el déficit fiscal y la existencia de una política monetaria laxa, con los direccionamientos de recursos actuales, tienen propósitos completamente diferentes de los que buscó este pensador inglés. Además, la reconstrucción de la “confianza”, que es en esta crisis moderna el corazón del problema, tiene más bemoles de los que originalmente se pensó. Y por supuesto que sin ella los efectos en la vida real son impactantes, dentro de los cuales el desempleo resalta de forma nítida. Y ahí coincide la teoría keynesiana.
En la profunda y compleja discusión sobre la eficacia de la política económica que ha existido en el último siglo, con sus innumerables cambios de ciclos económicos y sus correspondientes daños, lo que queda claro es que nada reemplaza a la iniciativa privada, a su capacidad de creación, a la búsqueda de la eficiencia y a la explotación de las oportunidades. El Estado es un medio que lleva responsabilidades pero que no sustituye al emprendimiento privado. Lamentablemente todavía tiene sus esclavos que lo ven como un fin en si mismo, que lo adoran como hace algunos milenio lo hacían los miembros de las culturas que encontraban en los astros el origen de los seres humanos.
DESTACADO
El Estado es un medio que lleva responsabilidades pero que no sustituye al emprendimiento privado.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Mayo 27 del 2009