Pensar positivamente
Varios Medios de comunicación del país recogieron la semana pasada unas declaraciones del ministro Borja referidas a controlar la salida de capitales.
En economía hay varias formas de interpretar la realidad, pero sólo existen dos causas que explican los hechos: reales y emocionales. Las primeras responden al estado de la economía, a la determinación de sus fortalezas o debilidades y a las amenazas que le asechan o las oportunidades que aparecen. Mientras que las segundas reflejan el ánimo de los ciudadanos, su motivación o temor. A las primeras se las enfrenta con decisiones, y a las segundas dando seguridad.
En las crisis se aprecia el talante del gobierno y la consistencia de las políticas económicas. Ahí nacen las alternativas de solución de los problemas que convencen a las personas o generan dudas e incertidumbre. De esa forma se construye una propuesta que, si es consistente logrará que la sociedad la apoye y confíe para apostar, tomando riesgos que se transformen en oportunidades de empleo y bienestar.
Pero si la percepción no es positiva, la apuesta tomará las de Villadiego. De ahí que la responsabilidad sobre la no venida al país de los capitales es del gobierno y su política económica. No es producto del capricho de personas o entidades, sino de esa percepción que infunde miedo y lleva a buscar refugio en localidades que tienen una historia de respeto al capital privado, a los contratos.
En el país, el considerable déficit de la balanza de pagos que tiene dificultades en ser cubierto no se corrige con amenazas y acusaciones. A la vez que es un problema severo constituye un reto para la creación de una política económica que pueda atraer capitales que no estarían dispuestos hacerlo en condiciones actuales.
Podría pensarse en un giro de 180 grados en las relaciones financieras internacionales, y en lugar de penalizar la salida de capitales, que mira el lado negativo, poner incentivos al ingreso de ellos mediante cambios en los tributos que regulan a los flujos externos privados.
Resultaría atractivo y recomendable eliminar el impuesto del 25% a los intereses que se paga por los créditos internacionales y subir la tasa máxima de interés que reconoce el fisco para la deducción de gastos del impuesto a la renta. De esta forma, si se adoptan las dos decisiones y el interés máximo se lo pasa del 3.25% actual al 8%, y a eso se suma una mejor definición del origen de los créditos por el tipo de instituciones prestamistas y no por países, con seguridad muchas empresas podrían obtener créditos, hoy escasos en el mundo, que les ayuden a mantener sus operaciones, a cuidar los empleos, a cubrir parte de la brecha externa, a compensar la caída de depósitos, generar competencia. Hay que pensar positivamente.
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Si falta plata, en lugar de penalizar la salida de capitales hay que poner incentivos a su ingreso.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Marzo 5 del 2009