Se acabaron las vacaciones
Que empezaron parcialmente en 1971 cuando el Presidente Nixon de manera unilateral rompió el Acuerdo de Bretton Woods al dejar sin efecto las responsabilidades que tenía su país de respaldar con oro cada dólar que emitía. De esta forma se puso fin al sistema de paridades cambiarias aprobado en 1944, que nació como respuesta a la terrible guerra comercial desatada en los años treinta con el uso y abuso del tipo de cambio.
Desde ahí los organismos multilaterales perdieron buena parte de su capacidad de supervisión de las economías mundiales, en especial de aquellas que tenían monedas aceptadas en los mercados internacionales, con lo cual recuperaron la libertad para formular sus políticas monetarias y cambiarias, dando paso a mercados flexibles y sometidos a la evaluación de la calidad de las políticas ejecutadas por las autoridades de cada país o zona, por los agentes privados que realizan operaciones internacionales.
Desde el 2002, la mayoría de países emergentes también obtuvieron autonomía financiera como resultado de la exuberancia de los mercados de los principales productos básicos. Algunos incluso la consiguieron con antelación debido a la ejecución de políticas económicas ortodoxas, que les permitieron reducir sus vulnerabilidades de endeudamiento público, déficit fiscal, reducción de la pobreza y reconquista de la estabilidad.
La puntilla final a los multilaterales parecía que era una realidad. Casi nadie les pedía dinero. Todos pagaban sus obligaciones. Se discutía planes de despido de ejecutivos y el activo más importante que les quedaba era su capacidad de análisis sobre la evolución económica y social del mundo, aunque con escasa incidencia real.
Pero vino lo que conocemos: una crisis que marcará históricamente al 2008. Y ahora, estos multilaterales empiezan a revivir. Hay demandas de fondos de emergencia de países sin moneda dura para poder enfrentar los daños que afloran en algunas economías de reciente desarrollo. Ucrania, Islandia, Hungría, Pakistán ya han recibido créditos de rápido desembolso y baja condicionalidad para enfrentar las crisis de sus balanzas de pagos y sistemas financieros..
Pero la situación no queda ahí. Los países del G-20, en un comunicado que demuestra la profunda sensibilidad política sobre el daño en todas las economías del mundo, aprobaron diseñar un sistema de “cooperación y consenso” en la definición de las políticas económicas, lo que lleva de vuelta a la búsqueda de una arquitectura económica mundial con mayor poder regulatorio y de supervisión, pero nuevamente de carácter general, incluyendo a los que desde 1971 buscaron su emancipación económica.
DESTACADO
El G-20 aprobó diseñar un nuevo sistema económico mundial de cooperación más regulado y supervisado.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Noviembre 27 del 2008