Otro mal ejemplo
La Asamblea Constituyente en una de sus últimas actuaciones como función legislativa y al amparo de su interpretación de los plenos poderes, aprobó la reforma de la reforma tributaria que le remitió el ejecutivo, a través de la cual se corrigen errores que ocasionaron distorsiones en la economía y que fueron advertidos con oportunidad al gobierno, y en la que además se incorporan otras disposiciones, una de las cuales es el motivo de la presente columna.
Sin embargo, antes de entrar en ella vale decir que quedan todavía normas que destrozan los principios básicos de una política tributaria, destacándose uno -que incluso consta en el proyecto de constitución- que es el relativo al tratamiento equitativo e igualitario a las rentas producto de distintas actividades, que se debe aplicar de manera rigurosa y definida, pero que en la práctica por el cambio hecho en diciembre del 2007 pone a los ingresos de las personas y los profesionales en libre ejercicio con una tasa tributaria discriminatoria y hasta confiscatoria.
Pero, ahora me interesa abordar el tema de la amnistía tributaria -que asoma de tiempo en tiempo en la vida nacional- por la trascendencia que tiene en la conducta de los contribuyentes.
En el fondo ¿cuál es el mensaje que trae consigo una amnistía tributaria?. Uno sólo, muy fuerte y claro: ¡no paguen sus obligaciones con el Estado!, es decir, no cumplan con sus responsabilidades ciudadanas y, si se ven frente a un el reclamo del organismo recaudador de impuestos adopten una postura radical de negación de sus responsabilidades, entablen un litigio en las cortes de justicia para que con el tiempo aparezca un gobierno condescendiente y les perdone todos los recargos, multas, intereses y les acepte un “pago atrasado”, con moneda devaluada, de valor menor.
El mensaje choca con los objetivos que el SRI viene intentando imponer en la sociedad durante algunos años, es decir crear conciencia tributaria y responsabilidad social. Desde la época de Elsa de Mena se hacen esfuerzos por cambiar la forma como miran los miembros de la sociedad su relación con el Estado; y, esta amnistía es un golpe bajo a los pilares que sostienen a una sociedad en la cual los principios de generalidad, oportunidad y trato igualitario- en el campo impositivo- otra vez quedan hecho pedazos.
Los argumentos de las amnistías son siempre mercantilistas, utilitarios, éticamente cuestionables y que sólo sirven para justificar la irresponsabilidad de las instituciones públicas. Obviamente, ante un incentivo de esta naturaleza, todos los contribuyentes -sin ningún cargo de conciencia y algunos con seguridad defendiendo posturas legítimas pues no todos son tramposos-pueden optar por aceptar la oferta hecha. Pero el daño moral a la sociedad está hecho. Se consumó un mal ejemplo.
DESTACADO
Amnistías son mercantilistas. Carentes de valor. Justifican irresponsabilidad de instituciones públicas.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Septiembre 2 del 2008