Riesgos
El ser humano se acostumbra con bastante facilidad al ambiente y tipo de trato que recibe. En ocasiones se amedrenta. En otras asume con naturalidad y descuido los riesgos y los da por hechos. Vive muchas veces sin tomar conciencia del peligro que le asecha. Por eso cuando le hablan de la amenaza que se cierne y puede convertirse en realidad reacciona negando su existencia, y sólo cuando toma conciencia de lo inevitable que es tenerlo como un hecho posible, busca caminos para enfrentarlo.
El riesgo vive alrededor del hombre. Está presente en su propia existencia. Veamos algunos ejemplos: cuando se trata de la salud, la medicina los enfrenta, reduce, elimina o por lo menos los trata. Algunas veces o en algunos casos, el riesgo tiene posibilidad de ser controlado, en otras lamentablemente no, pero siempre hay que conocerlo y estar listo para mitigarlo.
El riesgo en la naturaleza aparece de forma imprevista, violenta, destructiva. Terremotos, erupciones, inundaciones son algunas muestras de los eventos que con asuidad ponen en jaque a la humanidad. En ciertos casos pueden ser controlables o por lo menos monitoreados. Ahí los geólogos advierten de los peligros, recomiendan medidas de prevención, esclarecen dudas, en fin trabajan con probabilidades para salvar vidas o minimizar los daños. Desde pequeño el ser humano maneja el riesgo. En la vida diaria se consolidan las experiencias que a unos les hacen adversos y a otros adictos al peligro. Unos toman decisiones para controlarlo y otros juegan con él.
Los riesgos políticos, unos naturales y propios del sistema democrático se los calcula, mientras otros conviven con el abuso y la prepotencia y son por supuesto menos previsibles. Pero ambos existen.
En la economía también están presentes y de muy diversas formas. Algunos creen que sólo son parte de un sistema de mercado, pero sobreviven y a veces con características más agresivas en sistemas dirigidos o estatizantes. Por eso, hay toda una escuela de pensamiento que desarrolló el vínculo del riesgo con los incentivos que se incuban dentro de las políticas económicas para poder identificarlos, saber cómo se los gobierna en base a conocer y calcular su posible existencia. Ahí la tarea es creativa, pero más que eso guarda una estrecha relación con la lógica. Deja de ser rutinaria y simple pues cae en el campo de las probabilidades que exige dedicación y certeza para poder conocer cuando y como el evento puede ocurrir. Sin embargo, esta palabrita por su intenso uso ha venido perdiendo valor y casi significado. Y por ello los gobiernos desdeñan las advertencias, minimizan las críticas e imponen decisiones que a la larga son costosas.
Eso pasó en los noventa cuando se anticipó los daños que estaban ocasionando políticas que no tomaban en cuenta los incentivos perversos que se fomentaban con sus decisiones. Ahora se repite esa línea de acción. El fisco gasta más de lo que tiene, los subsidios se acumulan en pilas de un tamaño increíble, la inflación sigue sin encontrar medios que la abatan, no hay nuevas fuentes de empleo, se fijan precios, controlan actividades y se pone un interrogante en la viabilidad de algunas actividades.
Ahí el riesgo florece, pero pocos lo ven y cuando aparezca los autores negarán padre y madre.
DESTACADO
El riesgo ha perdido significado. Los gobiernos desdeñan advertencias e imponen decisiones costosas.
Colaboración
Editorial Diario EL COMERCIO
Julio 10 del 2008