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A confesión de parte...

Relevo de prueba, dice el refrán jurídico cuando alguien reconoce un hecho sujeto a esclarecimiento entre las partes. Pues bien, desde hace mucho tiempo se advirtió al gobierno sobre las consecuencias que se derivan de la ejecución de la política económica. Es historia fresca que merece recordarse la que dejó el corto debate nacional producido alrededor de la reforma tributaria, impuesta a rompesinchas y conocida como Justicia Tributaria, que pese a todo argumento incorporó una serie de impuestos que dañaban la estructura productiva, en este caso la agropecuaria con cargas fiscales adicionales establecidas sin ningún vinculo con incentivos a la eficiencia, productividad o competitividad, sino simplemente asentados en la creencia de promover equidad en la tenencia de la tierra y de extraer más dinero para el gobierno.


Han pasado apenas seis meses y ahora el gobierno da retro y reconoce que parte del problema inflacionario se debe a la existencia de estas cargas tributarias excesivas o inadecuadas a la producción de alimentos que ya hicieron daño. Y lo hace bien, pues busca rectificar su política económica aunque le da un carácter de temporalidad y condicionalidad que nuevamente bloquean o por lo menos dificultan la consecución de los objetivos buscados: ampliar la producción y apaliar la tasa de crecimiento de los precios que ya pone interrogantes al futuro del propio modelo económico.


El aumento de los salarios realizado también sin atarlo con la productividad que es lo recomendable y sano -como lo dijo gráficamente un pequeño agricultor al referirse al incremento de los jornales- también tuvo un fuerte impacto en los precios, especialmente de productos como la leche, arroz, azúcar en cuyo componente de costos la mano de obra tiene incidencia relevante, y que en la presentación hecha por el gobierno el viernes pasado en la Asamblea Constituyente se puede ver como uno de los factores que explica el fenómeno inflacionario.


Entonces es justo reconocer que a los problemas de precios que vienen del exterior se han sumado hasta aquí estos dos elementos propios de la política económica nacional, a los que se los busca enfrentar además con control de precios y la promoción de producción (?) mediante subsidios -temporales y focalizados- que incrementan el ya alto gasto público y presionan más la demanda interna de una forma que anula la consecución del objetivo buscado.


A esto se suma el importante superávit comercial del país que en este año puede llegar a superar los 3 600 millones de dólares y que conjuntamente con las remesas de los emigrantes se convierten en “emisión monetaria expansiva” que explican parte del fuerte incremento de los depósitos en el sistema financiero.


Por ello se puede decir que la propuesta es parcial en la concepción de la solución del problema ya que no se inscribe en un esquema de promoción general de la producción con incentivos duraderos a la inversión y con mecanismos de profundización de mercados competitivos. Además porque no aborda el problema del excesivo gasto fiscal que con el superávit comercial producen una fuerte presión en los precios debido al incremento de la demanda interna.


La solución todavía esta tierna y los daños futuros siguen asechando.


DESTACADO


La solución de la inflación todavía está muy tierna y las amenazas y daños futuros siguen asechando.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Junio 26 del 2008

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