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A donde vamos

El último número de la revista Perspectiva de Agosto habla de una economía claroscura. Mezcla de vinagre y azúcar. Ácida y alcalina. En la que conviven hechos que demuestran el camino hacia el reencuentro con viejos problemas y, hechos que a la par dan oxígeno a toda la maquinaria nacional.


El estancamiento del PIB –uno de los vinagres del momento- se refleja en las elocuentes cifras publicadas por el BCE, que recoge en su esencia, aunque todavía de una manera optimista las incompatibilidades del programa económico, en razón de que en esta etapa hay una inercia natural de crecimiento que es fruto del trabajo continuo que lleva dentro de si todo el complejo andamiaje económico del país que no se detiene abruptamente.


Lo que se vislumbra es por lo tanto la continuación de este proceso declinante pero con características acelerantes ya que no existe ninguna señal de cambio en la forma de concebir a la política económica. El mal trato –vinagre- a uno de los tres socios irremplazables del desarrollo- la inversión- trae consigo la pérdida de dinamismo y la evaporación de nuevas oportunidades de trabajo para los ecuatorianos que están o se incorporan al mercado del trabajo, con lo cual se profundizan los incentivos hacia la migración.


La caída sostenida de la producción petrolera, en especial de Petroecuador es otro factor coadyuvante -más vinagre- en este magro resultado de estancamiento nacional. No hay una política petrolera definida. Sólo retórica. El país pierde recursos a borbotones.


El gasto fiscal continua con un comportamiento tan expansivo que ocasiona problemas tanto en los precios como en la evolución del sector externo, en donde a pesar de los desmentidos oficiales se ha reincorporado a la política económica la vieja doctrina del proteccionismo que rompió el Arancel Externo Común de la CAN y ahora promueve a los ineficientes.


Para cerrar los agrios está la pérdida de dinamismo en los ingresos de dinero al sistema financiero a través de los depósitos, que pone un interrogante en la forma como evolucionará el financiamiento-crédito- de las actividades privadas.


El lado bueno –los azúcares- lo ponen los extraordinarios precios del petróleo que siguen financiando una política económica que derrocha recursos, con gastos de baja calidad y subsidios a troche y moche, y las remesas de los emigrantes que complementan el financiamiento básico del país.


Como no hay ahorro público el país va otra vez en la búsqueda de más deuda oficial. Se quiere hacer las paces con algunos multilaterales porque las sábanas empiezan a dar señales de achique. Y ahora se adula al IESS para que invierta en bonos del estado. ¡Qué rápido cambian los estados de humor de los representantes del gobierno! Se dice que el mix de deuda es parte de una política beneficiosa que además no tiene nada de ilegítima.


En que quedamos entonces: la deuda es un dogal perverso del que se debe salir, o es un instrumento de política económica que debe ser usado para mejorar el bienestar colectivo, y que por lo tanto hay que tratarlo con delicadeza, precisión y transparencia.


DESTACADOS


La deuda es un dogal perverso o un instrumento que sirve para mejorar el bienestar colectivo.


Colaboración

Editorial Diario EL COMERCIO

Septiembre 6 del 2007

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