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Dogmas superados

“Pero se mueve”, fue la frase final, según algunos expresada en voz baja, con la cual Galileo defendió su descubrimiento científico ante los agresivos y falsos dogmas religiosos de su tiempo. Así escapó de la horca y pudo continuar sus investigaciones. Algo parecido también ocurre con la teoría económica del mundo actual, cuando debe enfrentar ciertas posturas históricas que continúan contemplando mundos superados, pero que sirven de base para someterla a un escrutinio dogmático.


Hablar de las escuelas económicas clásica, estructural, heterodoxa, marxista, keynesiana, neoclásica como posiciones puras que se enfrentan bajo argumentaciones opuestas e incompatibles entre si, es desconocer la profunda evolución del pensamiento actual, que las ha amalgamado en aquellas partes que son consistentes y producen una versión, que podemos denominarla ecléctica o en palabras de Dornbush de oportunista en su sentido maduro.


El nuevo eje del pensamiento económico se sustenta en la “racionalidad” con la cual actúan las personas y con ellas las instituciones o empresas que las dirigen. Es difícil engañar a las sociedades con planes o programas que no se engarzan de una forma consistente, o que introducen ciertos elementos poco convincentes frente a la configuración de un mundo abierto, con gran capacidad de comunicación, que usa todas las herramientas y aprovecha todas las ventajas que se han establecido a lo largo de muchos años.


Hoy, los países compiten con mayor agresividad de lo que lo hacían hace pocos años. Antes, el sentido de mercado se lo aplicaba sólo a empresas. Hoy rige también para las naciones. Todos, empresas y estados saben que las oportunidades están afuera de sus fronteras y que ahí el más eficiente e intrépido, triunfa. Por eso cuidan casa adentro que las condiciones de inversión sean lo más atractivas posible, pues con ella viene el empleo y ese matrimonio produce bienestar. Claro, no siempre todo va bien y se produce un divorcio, pero no por ello se deslegitimiza la unión como medio para obtener metas.


Así trabaja la economía de hoy. Usa todo lo que permite acercar a los socios complementarios e indisolubles del desarrollo: Estado, Trabajador e Inversionista. Si falta uno de ellos, o se lo margina, los otros dos no pueden llevar la tarea al puerto buscado. Peor si quiere hacerlo uno sólo. Los tres se necesitan, los tres deben respetarse y los tres deben ser equilibrados.


Por eso, creer que lo que hoy se llama política patrimonialista, o en términos entendibles sustentada en un Estado acaparador de responsabilidades, que todo lo hace o todo lo controla para llegar al cielo, es partir de una premisa disfuncional que desconoce las virtualidades del mundo del siglo XXI. Esa opción, cercana a la marxista, pero ahora reencauchada ya fracasó.


El mundo se mueve haciendo uso intenso de la racionalidad de las expectativas. Ya no hay barreras para los movimientos internacionales de los capitales, en bienes se avanza y, se lucha por conseguirlo para la mano de obra.


La migración es un distintivo de la inconsistencia política actual. Por allí precisamente se desfogan dolorosamente las políticas económicas dogmáticas que no tienen socios cohesionados.


DESTACADO


Los socios complementarios e indisolubles del desarrollo son: Estado, Trabajador e Inversionista.



Colaboración

EDITORIAL DIARIO EL COMERCIO

Marzo 21 del 2007

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