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Derecha o izquierda

La discusión sobre la ubicación política de una persona, un movimiento, un partido es un tema de no acabar. ¡Y peor en tiempo de elecciones! Viene desde la época de la Revolución Francesa y se la sigue utilizando a pesar de que el mundo de hoy no tiene nada que ver con el de antaño.


Ahora, hay algunos llamados de izquierda que defienden a brazo partido y con toda el alma la organización política actual. No quieren que se la cambie y su conservadorismo los lleva a bloquear cualquier iniciativa que signifique modificación o alteración de los nichos de poder. Su enquistamiento en las estructuras públicas es una conquista irrenunciable. No dan paso a un régimen democrático estable en el cual el sistema de mayorías gobierne y rinda cuentas. En nombre de la reivindicación social, la equidad y la lucha de clases, se justifica cualquier acto o decisión que inmovilice a la colectividad, o abuse de sus recursos públicos.


Otros que por su parte se auto proclaman de derecha también defienden el statu quo. Se ponen nerviosos cuando surge alguna opción que suprima ventajas, obligue a competir o tenga una intencionalidad promotora de transparencia. Buscan el intersticio legal para evadir obligaciones tributarias o para derrumbar controles que llevan a combatir la corrupción.


Ahí se encuentran los extremos. Ahí conviven y por ahí se pierden las escasas opciones que tiene la sociedad para ofrecer mejor calidad de vida a todos sus vivientes. Parece contradictorio, pero es real. Se vive una aparente democracia, que al no respetar sus raíces se auto destruye, traiciona a los mandantes y genera una sensación de frustración que luego deviene en algo peor.


Los pocos políticos serios, que si los hay sufren en carne propia su desilusión, pero nos toca a todos luchar para que se reconozca primero que el mundo de hoy no tiene nada que ver con el del siglo XVIII, que el sistema democrático se asienta en gobiernos de mayorías estables, creíbles, confiables y no en un sistema que promueve minorías; que el principio de libertad rige en todos los campos y no sólo en el político; que la equidad se la alcanza no repartiendo pobreza sino generando riqueza y otorgando oportunidades a todos; que no se conoce de un sistema económico diferente al de mercado que ofrezca perspectivas de bienestar; que el dinero público siempre será escaso y que su uso debe ser severamente calificado; que la rendición de cuentas es parte de una organización pública responsable y de administradores honestos; y todo esto no es de izquierda ni de derecha sino algo lógicamente vertebrado que ya ofrece resultados tangibles, probados.


Quienes llegan a comprender y adoptan como sus banderas de lucha estas prácticas, están en camino de convertirse en protagonistas del mundo de mañana, que utiliza el conocimiento como el motor del desarrollo y no piensa en usar la fuerza de los privilegios o los razonamientos de mediados del siglo pasado para resolver los dilemas. Los superaron y están concientes que el cambio en la organización mundial ha llevado a replantear el uso de los instrumentos para conseguir una organización mas justa. Los controles rígidos, el estado empresario, la protección ilimitada, son medios que no caben en una realidad que busca la excelencia, la eficiencia, la seguridad y por sobre todo la estabilidad.


DESTACADO


El mundo del mañana utiliza el conocimiento y no la fuerza de los privilegios o las políticas del pasado.




Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

8 de Agosto del 2006

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