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Consistencia y respeto

Dinamarca ha sido catalogada como el país que mejores condiciones tiene para atraer negocios en los próximos cinco años, generar producción, multiplicar la riqueza y por supuesto dar empleo digno, estable, remunerativo a sus habitantes. A esta conclusión llega “Economist Intelligence Unit” en su publicación del 30 de marzo pasado, como consecuencia de su investigación sobre el ambiente en el que se desenvuelven las actividades privadas en múltiples regiones del mundo.


En esta pequeña sociedad europea se han concentrado varios factores que son un imán para los inversionistas. Dispone de una infraestructura pública de altísima calidad; tiene instituciones públicas solventes, serias y creíbles; su mano de obra está altamente capacitada; hay estabilidad política, jurídica y económica; su sistema financiero es sólido y sofisticado, a lo que se une un gobierno, amigable a la empresa, que promueve competencia.


Dinamarca alcanza mejores calificaciones que EEUU, Singapur, Hong Kong, Suiza, Reino Unido, Japón. Chile ocupa el puesto 19 y nosotros estamos en el 55 de los 60 encuestados, antes de haber tomado la decisión sobre Oxy. Nuestros vecinos en riesgo son Pakistán, Nigeria, Irán.


Aquí se ve como afecta la calidad de decisiones políticas que toman los gobiernos en la percepción de los mercados sobre la conveniencia de poner en ellos recursos para promover producción y empleo. En definitiva riqueza. No importa el tamaño o la ubicación del país, sino su consistencia y respeto a las reglas que aseguran relaciones adecuadas en el largo plazo.


La inversión es la otra cara de la moneda del empleo. Sin ella no hay trabajo nuevo. No se puede crecer. Es el insumo insustituible del crecimiento, que también constituye el medio para desarrollar a las sociedades. Cuando se ataca a la inversión se entierra la posibilidad de ofrecer bienestar a los habitantes del país y se los condena a la pobreza. Se promueve la migración y el desgarre familiar.


Cuando entenderemos que no hay sociedad en el mundo que haya conseguido la felicidad eterna agrediendo a la inversión o enclaustrándose del mundo. Cierto es que las inversiones pueden ser de diversas categorías: las hay aquellas que son intensivas en usar mano de obra; otras que requieren de alta tecnología; unas terceras que usan mucho capital. Pero todas dejan un valor agregado que enriquece. En su selección está la inteligencia de los gobiernos para encausar el desarrollo, y no en su rechazo.


El gobernante, el inversionista y el trabajador son los socios de la creación de futuro. No se puede prescindir de ninguno, pero debe existir respeto mutuo. Los contrincantes o adversarios están afuera y para derrotarles debemos tener objetivos comunes claros y bien definidos.


Los países que comprenden la profundidad de los efectos que acarrea el dialogo y la búsqueda sincera y transparente de consensos, encuentran soluciones a sus problemas. Se dan cuenta por donde va el mundo y no se dejan apear. Luchan con ahínco y cosechan. Los otros, como dice Enrique Krauze caen en el populismo que “no tiene paciencia con las sutilezas de la economía y las finanzas. El erario es su patrimonio privado, que puede utilizarlo para enriquecerse o para embarcarse en proyectos que considere….gloriosos.”



DESTACADO


El gobernante, el inversionista y el trabajador son los socios inseparables de la creación de futuro.



Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Mayo 31 del 2006

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