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Cooperación vs guerra

“El tsunami fue una tragedia altamente visible, impredecible y, en gran medida, inevitable. Existen otras tragedias menos notorias, fáciles de evitar y predecibles por su exasperante regularidad. Cada hora que pasa y sin acaparar la atención de los medios, mueren más de 1,200 niños. Esto equivale a tres tsunamis mensuales, todos los meses, que alcanzan a los ciudadanos más vulnerables del mundo: los niños.”


Así, con esta visión desgarradora se inicia el Informe sobre el Desarrollo Humano del 2005 del PNUD, que en esta ocasión apuntala sus dardos hacia la sensibilización de la cooperación internacional dentro de un marco general que busca reducir los indicadores de pobreza sobre la base de tres ejes: la ayuda al desarrollo, el comercio internacional y la erradicación de conflictos.


Los países con atraso desde hace muchos años han bregado porque la cooperación de los industrializados alcance una dimensión que la haga eficaz para combatir las inequidades del desarrollo humano. Conseguir que los aportes lleguen al uno por ciento anual del PIB fue la aspiración, emulando lo hecho por el plan Marshall. Lamentablemente no se la alcanzó a pesar de los compromisos adquiridos.


Recién en el 2002, en Monterrey se pudo volver a negociar la responsabilidad de los países desarrollados en contribuir ahora con el 0.7 por ciento del PIB anual. Los países receptores por su parte reconocieron el rol primigenio que les corresponde en la búsqueda de su propia solución con políticas económicas y sociales sostenibles y equilibradas. Y, esto se concensuó como parte de las metas del milenio convenidas a inicios del siglo.


Han pasado algunos años y de las cifras que se dispone para el 2004 se aprecia con dolor y desesperanza que ese 0.7% todavía está muy lejos de alcanzarse. La cooperación apenas llegó al 0.26%, es decir a la tercera parte de lo comprometido, que en dólares significa 80 000 millones anuales, en lugar de los 240 000 millones decididos y requeridos para construir un mundo más justo.


Sólo los países nórdicos han hecho honor a su palabra. Los demás siguen burlándose de los compromisos internacionales. Ahora, la cifra es muy parecida al valor que los emigrantes devuelven a sus países de origen, y no tiene nada que ver con lo que se gasta en las guerras del momento. Y si no lo creen, veamos lo que dice un reciente estudio hecho por dos universidades americanas, Harvard y Columbia sobre el costo de la confrontación en Irak y Afganistán. Al inicio del conflicto contra el primer país nombrado, el asesor del presidente de los EEUU estimó un costo de 200 000 millones. A fines del 2005 la cifra rebasó los 357 000 millones y la oficina de presupuesto del congreso tiene una estimación de llegar a 500 000 millones en diez años. Sin embargo, el estudio universitario cree que el costo estará entre 750 000 millones y 1 200 000 millones (una cifra hasta difícil de decirla y peor digerirla).


Aquí vemos cómo se escatiman los recursos para el desarrollo humano usando cien mil subterfugios, mientras se disponen con enorme facilidad los de confrontación. La política económica facilita decisiones de beligerancia pero es cicatera con los derechos humanos. Falta convicción y deseo de cooperar.


DESTACADO


Se escatiman recursos para el desarrollo humano mientras disponen con facilidad los de confrontación.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Abril 4 del 2006

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