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Honestidad política

“Hay dos izquierdas diferentes en la región. La una consta de líderes y movimientos que surgen de un pasado comunista, socialista o castrista, y que precisamente por estos orígenes radicales han sido capaces de reconstruirse. Ellos entienden lo que salió mal en la ex Unión Soviética y en Cuba, lo que no ha funcionado antes en América Latina y las restricciones que la globalización y la pobreza imponen a la política……La otra izquierda es muy diferente: encuentra sus raíces en esa peculiar aportación latinoamericana a las ciencias políticas y al gobierno: el populismo a la vieja usanza.”


Así define Jorge Castañeda, el ex canciller mejicano y antiguo militante de la izquierda, en su artículo de Newsweek en español del 9 de enero, lo que llama las “dos izquierdas latinoamericanas”. En la primera están Brasil, Chile, Uruguay, mientras en la segunda afloran Venezuela, Bolivia y Argentina. Los unos marcan distancias políticas internacionales serias con EEUU pero lo hacen sobre la base de un diálogo constructivo en donde se defienden principios, a la par que mantienen políticas económicas ortodoxas y profundizan la democracia; mientras los segundos tienen “una incontinencia retórica” para demostrar fastidio en las relaciones con los centros del poder mundial, y un repudio a las buenas relaciones económicas. Ahí germina, como uno de los lemas públicos más socorridos el no pago de la deuda, con el que buscan mantener popularidad y atraer hacia si un falso nacionalismo que explota la ingenuidad de muchos al creer que con ello se resuelve el dilema, inexistente por supuesto, entre los problemas sociales y el cumplimiento de obligaciones. Es más, saben administrarlo manteniendo bajo la mesa una postura contradictoria con esa aparente visión del mundo.


La concertación positiva y programática frente a la confrontación destructiva son las visiones políticas que los dividen, pero cuando vemos los resultados de sus decisiones encontramos que mientras los primeros avanzan en la solución de los problemas sociales, los segundos transitan en dirección contraria.


Esta inconsistencia surge al mirar la evolución de las deudas externas latinoamericanas durante el 2005. Venezuela, aunque ustedes no lo crean es puntual en sus pagos, y con toda su agresión diaria al “imperialismo” es el segundo país de la región que mejores rendimientos financieros ha ofrecido a sus acreedores internacionales. Les reconoció, nada más ni nada menos que el 21% de utilidades financieras durante el 2005. Sus papeles de deuda pasaron de un valor de mercado del 105 por ciento a principios del año, al 118 por ciento a fines. Y a ese premio, les sumó el 9.25 por ciento de interés. Sin embargo, según CEPAL la pobreza aumentó.


Brasil, sin tanto grito y con una postura económica equilibrada y franca reconoció el 18 por ciento de rendimiento, pero no se desdobló para ello. Además, redujo la pobreza. En nuestro caso, la rentabilidad ofrecida por el gobierno, que se declaró enemigo de los acreedores les reconoció el 15 por ciento.


Aquí están los hechos que confirman la transparencia de los gobiernos. Se ve si lo que dicen lo sostienen, o si engañan a sus sociedades.


DESTACADO


La concertación programática frente a la confrontación destructiva son dos visiones políticas de izquierda.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Febrero 22 del 2006

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