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Hasta cuando padre

La descomposición política y la pérdida de autoridad son dos gemelos mal olientes que trabajan con ahínco, sin encontrar resistencia. No hay quien reclame, proteste o defienda el interés colectivo. Parece que el país deambula insomne, sin tomar conciencia del derrotero que le lleva a la infelicidad, a la multiplicación de dolores, a la repetición de errores que tienen como foto final, una vez más, un estallido que volverá a perjudicar a los desprotegidos. ¡Pero que importa, ahí vamos con el desfile y los abanderados destruyendo lo que encuentran a su paso!


¿Quién entiende las razones de tanto problema y dilatoria con la confección y entrega de un simple carnet estudiantil? Este es un ejemplo de lenidad indiscutible. Y cómo se explica semejante reacción, con violencia y vandalismo por parte de los estudiantes, que destrozaron bienes de la ciudad y de muchas empresas y personas privadas sin contemplación y a vista de todos, para luego ser liberados por la policía y los fiscales sin sanción alguna. ¡Esto es impunidad y por ahí nadie construye una sociedad civilizada! Para muchos está claro el mensaje: hagas lo que hagas, dañes lo que dañes, injuries lo que quieras, la ley no existe, y si alguien cree que existe, no se la aplica. El ministro de educación sufrió, injustamente en carne propia los efectos de esta violencia.


Donde están las autoridades de la ciudad para reclamar por los daños. Que será de las nacionales, algunas de las cuales incentivaron con sus actitudes y declaraciones provocativas estos hechos repudiables. Acaso los planteles no tienen rectores para controlar la conducta de sus dirigidos. O, no será, como alguien comentó, que algunos de ellos dirigen personalmente la reacción estudiantil.


Las escenas que se vieron demostraron como se articulan acciones para sabotear los servicios públicos, y ese delito tiene nombre y apellido en el código penal. Pero al igual de lo que ocurrió con el levantamiento oriental de hace algunos meses, ninguna autoridad se da por aludida.




Los transportistas interprovinciales siguieron la tradición de demoler los derechos ciudadanos. No protestaron haciendo uso de su derecho de suspender su servicio, que lo pueden hacer cuando quieran, sino que bloquearon las carreteras conspirando contra el interés individual y colectivo de la sociedad. Las fotos de mujeres humildes cargando sus pequeños, de niños con sus mochilas a cuestas, de hombres llevando a hombros sus pertenencias, de ambulancias bloqueadas, indignan y dan rabia. Y hasta ahí llegamos, pues no tenemos dirigentes políticos que nos defiendan, pongan orden y cumplan con lo que manda la constitución. Nada más. No pedimos otra cosa que eso.


Y pensar que el valor de los pasajes interprovinciales aumentó el 232 por ciento en estos seis años de dolarización, mientras la inflación promedio de todos los productos que forman la canasta básica fue del 152 por ciento. Es decir, forman parte de los grupos privilegiados y ganadores de este esquema, pero no se sacian, piden más y de mala forma, en lugar de mejorar el servicio y tratar mejor a sus pasajeros.


Eso si, cuando ocurre un accidente, el primero en desaparecer es el chofer, y con ello nace otra impunidad.


DESTACADO


No tenemos dirigentes políticos que nos defiendan, pongan orden y cumplan lo que manda la constitución


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Enero 26 del 2006

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