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Cómo cambio el mundo

¿Abuelo qué edad tienes?, fue la impronta pregunta del nieto. El abuelo meditó un minuto y respondió: “Nací antes de que exista la televisión, o de que hayan las vacunas contra la polio. No había las comidas congeladas, ni fotocopiadoras, peor los lentes de contacto. Nadie sospechaba que se producirían las píldoras anticonceptivas. No había el radar, ni el rayo láser. El aire acondicionado todavía estaba por construirse, así como los lavavajillas, las lavadoras y las secadoras. El hombre no había llegado a la Luna y no existían los aviones de propulsión a chorro para pasajeros.”


“Nací antes de la computadora. No se conocían los teléfonos inalámbricos y mucho menos los celulares. No había música estereofónica ni las radios FM. Ni que hablar de los casetes, los CD, DVD, máquinas de escribir eléctricas o calculadoras. Mi papá me enseñó a manejar la regla de cálculo. El correo demoraba por lo menos siete días y hablar por larga distancia era un tormento.”


“A los relojes se le daba cuerda cada día. No existía nada digital. Ni en los relojes peor en los artefactos del hogar. No se había inventado el cajero automático, los hornos microondas ni el radio-reloj despertador. Nadie sabía lo que era una filmadora de video, el discman o los i-pod. Las fotos eran en blanco y negro y revelarlas tomaba una semana. Las de color no existían.”


“Si algo decía “made in Japan” era señal de mala calidad y no existía “made in Korea” o “made in Taiwan”, peor “made in China”. La ropa no tenía propaganda y el blue jean era ropa de trabajo. Los zapatos deportivos se usaban sólo para hacer deporte y las gorras se las usaba con la visera para adelante y era obligatorio sacárselas en el interior de una casa o en un lugar público. Los ternos se volteaban y las medias nylon se zurcían. La pupera era una prenda de infantes y no de adolescentes.”


“En mi tiempo la mayoría de las cosas valían diez centavos. La “hierba” era algo que se cortaba y no se fumaba y la “coca” era una gaseosa.”


“Ahora, concluyó el abuelo: ¿dime cuántos años crees que tengo?

Y, abuelo ¡más de doscientos! Dijo el nieto. No, querido. ¡Solamente 59!”


Este extracto de un artículo cuyo autor desconozco y que me llegó por Internet, lo edité, por lo que les pido las correspondientes disculpas, ya que es una vívida recopilación de pequeños pero decisivos hechos que han marcado sostenidamente la evolución de la tecnología, su influencia en la conducta humana, y que demuestra la velocidad con la que cambia el mundo, así como lo imperceptible que se vuelve esta transformación dramática, por el intenso trajín diario de nuestra vida.


En el libro El Nuevo Príncipe de Dick Morris hay una cita a Churchill, hecha posiblemente antes del nacimiento del abuelo, en la que contesta a las criticas que una mujer le hacía por cambiar de posición en un tema, diciéndole: ”Cuando los hechos cambian, yo cambio mis opiniones. ¿Qué hace usted señora?”


Pues bien, si esto ha ocurrido en el mundo, la pregunta que nace espontánea es: ¿Acaso las políticas que demandan las sociedades modernas son las mismas de antaño o deben remozarse, ya que su vieja concepción las convierte en un medio obsoleto e inadecuado para la solución de los problemas modernos?


DESTACADO:


La velocidad de la transformación del mundo es dramática pero imperceptible por el trajín diario.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Enero 12 del 2006

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