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A modo de reflexión

En pocas horas concluye el 2005 y pasa a la historia como un año de retrocesos políticos y económicos. Se volvió a romper la Constitución, cayó el gobierno y su reemplazo no encuentra un hilo conductor de su gestión. Las esperanzas creadas sobre un “posible” cambio en la calidad de la política se desvanecieron a la misma velocidad con la que concluyó el régimen anterior. El tiempo confirmó lo que muchos predijeron: las causas que han deteriorado la institucionalidad pública y han llevado a la democracia por una senda de frustraciones no se resuelven violando las normas jurídicas. Al contrario, su respeto incondicional pone las reglas que obligan a mantener un sistema político responsable y eficiente. Pero eso que todos creemos es el compromiso básico para ofrecer bienestar a todos los ecuatorianos, el rato de las decisiones apremiantes desaparece del escenario, y por lo que se ve en el 2006 volverán las oscuras golondrinas...


Bajo esas condiciones de inestabilidad política y de rompimiento de la obligación primordial de respetar las reglas de juego de la sociedad, los resultados en el campo económico tienen que ser consecuentes con ese ambiente. Más aún si se le agregan decisiones que promocionan una conducta fiscal incompatible con el segundo compromiso nacional de mantener el “bien público” de la estabilidad económica.


En este año moribundo se confirmó la existencia de una actitud destructiva del Estado. Se le quitaron sus ahorros construidos para enfrentar épocas malas que destrozan la equidad y se los dispuso sin ninguna planificación. Ahora está desprotegido y por las enormes presiones de gasto a las que está sometido por las demandas locales y regionales que se han materializado mediante paros violentos, el endeudamiento da señales de reinsurgencia.


A pesar de que el precio del petróleo llegó a nuevo record mundial, el presupuesto no se satisface. El déficit inicial del 2006 supera los 800 millones de dólares, y si se suman el subsidio al diesel, y las gasolinas, lo que falta del subsidio eléctrico y los nuevos compromisos del gobierno, la caja fiscal va a tener un déficit global de casi 1.500 millones de dólares. Esta cifra no la hemos visto en muchísimos años. Podría ser una de los más altas en las últimas décadas.


Si la deuda pública es un dogal del desarrollo nacional, quién nos explica la irracionalidad de esta conducta fiscal; ¡el déficit público es el enemigo público número uno de la solución al endeudamiento…! Pero, en nombre de la reactivación económica y de las demandas locales, aplaudimos esta inconsistencia, que además es una inobservancia de la Ley de Transparencia Fiscal, a propósito de la cual vale advertir que como el presupuesto del 2006 rompe todos los límites macro fiscales, los funcionarios que aprueben gastos o inversión por encima de ellos, están sujetos a sanciones hasta penales.



El 2005 ha profundizado peligrosamente los subsidios públicos sin ninguna racionalidad. Lo reciben todos sin beneficio de inventario. Sólo en gas, diesel y las eléctricas se calcula que el Estado no recibe 1,480 millones de dólares al año. Con esto se está rompiendo sus cimientos; y, nadie lo defiende.


La inflación recuperó terreno en un ambiente de crecimiento modesto que parece se repetirá el 2006, año del Centenario de El Comercio, del Banco del Pichincha y del nacimiento de Galo Plaza, cuyos aportes merecen nuestro reconocimiento y deberían servir de guía para la recuperación de los compromisos nacionales sobre las estabilidades política y económica.


Colaboración Editorial

DIARIO EL COMERCIO

Diciembre 26 del 2005

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