Un dilema inexistente
El dilema tan promocionado entre el pago de la deuda pública y la deuda social se ha convertido en un icono de las demandas en ciertas sociedades. Lo cierto es que en países con Buena política económica, así con mayúsculas, el dilema no existe. Han demostrado con resultados que es posible combatir la pobreza y reducir la inequidad y al mismo tiempo cumplir con las obligaciones del endeudamiento público. Para eso cuidaron con celo y rigurosidad los fondos públicos, gastaron con sentido de prioridad. Mantuvieron un equilibrio fiscal y se endeudaron con criterio de alta rentabilidad económica y social. Los ejemplos son necesarios: Brasil, Chile, Costa Rica, han transitado por esta senda y tienen orgullo de sus logros. Ahí no se habla de este dilema. Ahí se consolida la política económica con objetivos concretos, medibles, que defienden la estabilidad y transmiten seguridad y confianza.
La visión conflictiva entre los objetivos de bienestar colectivo y los de financiamiento tiene causalidades diversas, entre las que sobresale de manera paladina la mala calidad del gasto público, el dispendio público y la pésima articulación de los programas sociales que acentúan su trabajo en principios piadosos. ¡Ahí está la tarea!
La renegociación de la deuda externa, necesaria para reducir su carga se va a quedar sin su instrumento de presión, el FEIREP, que sólo lo han mirado como un mecanismo de respaldo a los acreedores, pero no como un arma de enorme persuasión a favor del Ecuador. ¿Por qué digo esto? Simplemente, porque a los mercados internacionales no les interesa perder inversiones que les rinden más que los demás, y eso les podía ocurrir si no aceptaban las condiciones de refinanciamiento del país. Para eso sirve, entre otras cosas el FEIREP. Para consolidar una propuesta dura de recompra sin usar un solo centavo de las finanzas nacionales. Pero si no lo tenemos, la amenaza es irreal y la refinanciación se hace humo, pues los nuevos interesados en los papeles ecuatorianos desaparecen y no estarán dispuestos a sustituir a los actuales inversionistas.
Hasta ahora y a pesar de tanta afirmación sobre la prioridad dada al servicio de la deuda sobre las necesidades sociales, el estado ecuatoriano no ha gastado ni un dólar en la recompra de la deuda externa. Así como leen, ni un dólar. La reestructuración buscaba ampliar el plazo de vencimiento y reducir los pagos de intereses, pero sin poner dinero del país, sino hacerlo con mecanismos financieros idóneos que pongan a los acreedores contra la pared por la fuerza del respaldo de la propuesta. Y eso, con todo lo ocurrido se perdió. Me parece que mucha gente no entendió. Creo que era posible conseguir, sin moratoria ni dinero nacional un cambio en el perfil y costo de la deuda externa con el apoyo de la ONU y del propio mercado que le miraba al Ecuador con buen criterio de riesgo. Ahora, las condiciones son distintas y la esperanza es que caiga el precio, lo que significa entrar en una etapa de pérdida de confianza en la política económica, de encarecimiento del crédito, de limitación de los flujos internacionales, para ejecutar la recompra, poniendo ahora si dinero propio. ¿Me pregunto, será posible hacerlo sabiendo que el próximo año, por obligación contractual tenemos que recomprar el 10% de la deuda de los bonos 2012 a la par? Tenemos a la vista un error costoso.
Colaboración Editorial
DIARIO EL COMERCIO
Mayo 4 del 2005